Capítulo 15

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Todavía no puedo creer que ella también se haya ido. Me he quedado completamente solo. ¿Por qué?, ¿por qué me quieren hacer tanto daño?, ¿qué les ha hecho Rosalía? Ella... ella... No puedo estar más aquí; necesito llorar su pérdida y la de todos los que se han ido. ¿Qué será de mí ahora?

Decido salir al jardín y coger esas flores que tanto cuidaba. Era su lugar favorito de la casa y formaba parte de ella. Una mano se posa sobre mi hombro y no me hace falta verle, sé que Matt no me va a dejar solo, pero en verdad ya lo estoy. Termino de hacer un pequeño ramo y nos vamos al cementerio. Casi, sin darme cuenta, ha llegado el momento de despedirme de la única família que me quedaba. Rosalía era como mi abuela; me entregó su corazón y protección, y yo no he sabido cuidarlo. Se ha ido igual que se fue mi abuelo.

Matt me deja solo un momento mientras me acerco al lugar donde ahora está su fotografía. Dejo las flores y me despido silenciosamente. Ojalá le hubiese dicho más cuán importante era para mí. En cada recuerdo, aparece.

No dejo de pensar que esto ha sido obra de alguien y el culpable deberá pagar por lo que ha hecho. Le atraparé y le haré pasar un verdadero infierno.


Días después

Vuelvo a sentarme en el sillón de la biblioteca, ese en el que tantas horas ha estado mi abuelo. Miro todos los papeles que me dejó esparcidos por la pequeña mesa que tengo al lado. Reviso la carta, el testamento y los símbolos que he encontrado. Empiezo a sentirme un poco frustrado; cojo el bolígrafo y lo muevo sobre el papel. Es una buena forma para dejar que el estrés salga y la mente se concentre en otras cosas. Necesito enfocar esto de la forma correcta o se me irá de las manos. ¿Qué pretendía el abuelo con esto?

No puedo dejar de darle vueltas a todo, pero no consigo nada de ello. Las piezas siguen sin encajar y yo me voy a volver loco. Me recuesto sobre el sillón y me quedo observando la hoja en la que estaba garabateando. Lo que ha salido de forma inconsciente me sorprende. El símbolo del infinito que tantos recuerdos de James Parker me trae. Recuerdo ese primer acertijo que me hizo cuando era apenas un niño. Ese símbolo era el premio por resolver el enigma de aquella vez.


Entro del jardín aburrido, no hay nadie con quien pueda jugar. Voy corriendo a la biblioteca, seguro el abuelo está allí con su ajedrez. Me enseñó a jugar, pero todavía no lo entiendo del todo.

Levanta la vista cuando me escucha entrar. Curva sus labios en una sonrisa que esconde algo.

—Siéntate Robert —dice señalando la silla que hay frente a él.

—Estoy aburrido, abuelo. —No puedo evitar que se me escape un suspiro.

—¿Quieres jugar a algo? —Sonrío entusiasmado, sé que siempre me propone cosas divertidas e interesantes. Asiento y veo como se levanta, eso me descoloca.

—¿Dónde vas? —pregunto confundido. ¿No íbamos a jugar?

—Sí, cuenta hasta cincuenta y no te muevas. —Hago exactamente lo que me ha dicho. No hace ningún ruido y yo empiezo a mover las piernas ansioso.

Veo como se sienta y le miro con una enorme sonrisa. El abuelo retoma su partida de ajedrez y me doy cuenta que intenta disimular una sonrisa.

—Robert, cuando el ocho está dormido y no tiene fin, todo puede ser posible. ¿Qué es? —dice como si nada. ¿Es una búsqueda del tesoro? Me encanta este juego.

Eres mi debilidad [Saga Eres II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora