22. Arena Parte 3

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-CORRE NO TE DETENGAS verla con un gran e imponente dorgre detrás de ella por poco me saca el corazón. Ya casi termina la segunda ronda. Surie esta herida y Dalia en lugar de terminar el trabajo decide ayudarla... Ahora es perseguida por un gran e imponente moustro de dos cabezas con baba ácida, que de un solo rose o una sola mordida puede matarla... Para terminar de amolar, es de las criaturas más difíciles de matar.

-calmate Marfuz, ya verás que podrá librarse de esa bestia- me trata de reconfortar Marianer

-lo dudo mucho... Al menos la recordaremos por su valentía y buen corazón- murmura celas, ganándose una mirada de reproche mía y de Mariane

-eso esta mal-

-que pasa padre-

-corre directo al punto ciego-

-existe un punto ciego?-

-es una pequeña cueva casi al final pero no debería de entrar ahí... La cámara se arruinó en el anterior pots-

-no me digas eso- y ahora si mi corazón se quería salir... Cuando entra a la cueva escucho el típico chillido de ataque de esa bestia, retumbar mas y mas fuerte y después de lo que parece una eternidad se detiene. Nada pasa. Nada sale. Y yo me muero, pero tengo la esperanza de que ella aun este bien.

Cierro los ojos y ruego que todo salga bien, y termine de una vez.

Cierro los ojos y ruego que todo salga bien, y termine de una vez

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***

Esa bestia es enorme, a lo lejos vi la entrada de la cueva de la vez anterior. Recordé la piedra. Tenia que montarme sobre el si planeaba tener una oportunidad.

Corrí mas rápido hasta entrar. Los ojos de esa vestía comenzaron a brillar en la oscuridad. Que horrible. Lentamente se acercaba a donde estaba detrás de la roca, muestras daba un chillido tan horrible que me erizaba la piel.

Lento trepe unas rocas y cuando estuvo lo suficientemente cerca, salte sobre el.

Como cual toro que no le gusta que lo monten comenzó a tratar de botarme. Me agarre fuerte de su pelaje verdoso.

Con cuidado de no caerme me solté de mi mano derecha y dirigiéndola a mi espalda, tome la espada que, gracias a Dios tome esta ronda. Sin piedad, sin titubeó, atravesé al imponente pero un poco raquítico animal. Pero mis pocas fuerzas no me permitían terminar de atravesarlo.

El animal tomo impulso y sin poderlo evitar estrello su lomo al techo, me mareo y me solté. Este era mi fin. Con mi brazo izquierdo caí de lleno al suelo, juró que escuche algo tronar. Ahora no podía mover mi brazo y para terminar, impacte con una roca que me hirió la pierna. La bestia se tambaleo y pude notar que al chocar su lomo no solo me tiro, sino que también se clavo por completo mi espada. Fue cuestión de minutos y por fin callo.

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