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-¿Q-qué estás haciendo aquí? – Intenté de que mi voz sonara normal. Aunque estoy completamente seguro de que fallé miserablemente, ya que mi voz se quebró al final de la oración.

Bonnie me observaba con los ojos marrones entornados. Sus labios estaban entreabiertos, sus manos estaban cerradas en dos puños, como si estuviera preparándose para dar un puñetazo que iría directamente a mi cara, seguramente.

-¿Es verdad? – dijo ella con voz trémula. Un estremecimiento me recorrió todo el cuerpo. Joder, no -. ¿Es en serio que eres gay? – preguntó ahora como si estuviera consciente de lo que me estaba diciendo, su expresión cambió a una de sorpresa, y luego a una de ira.

Sentí mis mejillas rojas por la vergüenza, y el corazón me latía desbocado, bombeando sangre a todas las partes de mi cuerpo. Lo sentía hasta los dedos de los pies.

-Y-yo... Y-o, n-no - gimoteé desesperadamente, intentando justificarme de cualquier manera que encontrara-

-¡Si lo eres! ¡Eres un jodido maricón! – chilló con la boca entreabierta. Oh, no. Oh no.

Maldición, maldición, maldición.

-P-pero bueno, ¿Y a ti qué? – cuestioné en un intento de defenderme -. ¡A ti no te importa! – ahora sí, tenía un poco más de confianza en cuanto hablar con ella. Después de todo, ¿A ella qué demonios le importaba lo que yo fuera o hiciera? -. ¡Además! ¡¿Quién te crees que eres para andar escuchando detrás de la puerta conversaciones ajenas que no te incumben?! ¡Y más encima me pides explicaciones! Lo que yo sea o lo que yo, maldita sea, haga no es de tu puta incumbencia – dije, completamente disgustado.

Es que en serio, ella no tiene ningún puto derecho a decirme algo o a pedirme explicaciones por un tema que no le importa.

¿Quién demonios se creía?

-Tú no se lo has dicho a tu madre – dijo ella, haciendo oídos sordos a las acusaciones que le dije.

No pude evitar sorprenderme.

-¡Ya te he dicho que no es algo que te interese! – grité, furioso. Intentando alejar la sensación de sorpresa al hablar con ella –. Ahora, si es que no es mucha molestia, vete de mi cuarto. No quiero verte.

-Oh, la verdad, es que no creo que pueda hacer eso – dijo Bonnie mirándome de una manera que no supe descifrar, pero por algún motivo inexistente, logró que un escalofrío de miedo cruzara mi cuerpo.

-Oh, yo estoy casi cien por ciento seguro de que sí podrás – dije con burla. ¿Esa tipa en serio cree que me puede hacer algo? Pues ella no sabe que los berrinches no logran absolutamente nada en mí.

O eso creo.

-Yo creo que no – dijo ella, imitando mi sonrisa burlona. Fruncí el entrecejo, confundido. ¿Qué demonios es lo que pretende? –, mira, no sé si te has dado cuenta de la situación en la que te encuentras. Yo acabo de escuchar de tú propia boca que eres un bastardo homosexual, que además sales con el idiota de su "mejor amigo", y por si eso fuera poco, escuché que tú mamá no lo sabe. No se lo has querido decir, porque imaginas cual sería su reacción y no quieres que te odie.

Oh, no.

-Entonces, tú sabes que si te pones... Pesado, bueno, yo puedo perfectamente bajar en este momento y decirles a tus padres lo que eres – dijo sonriéndome, coquetamente.

Sentí que todo el color y el calor de mi cuerpo se evaporaban en un segundo. Mi corazón se detuvo por un mili segundo, y mi mente dejó de procesar otro pensamiento que no fuera el que ella, (maldita sea) tiene razón.

Tal vez, pude evitarlo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora