Zero miraba el cuerpo tendido en la cama. No sabía cómo debía tratarlo. Si la reacción del castaño lo tenía confundido, su propia reacción lo tenía frustrado. Había actuado como el chiquillo impertinente que fue hace años, se suponía que esa etapa estaba superada.Él sabía que Kuran no recordaría bien su pasado. Yuuki se lo había advertido, al igual que los dos pequeños que tenía por hijos. Lo sabía ¡joder, lo sabía! Y aún así perdió el juicio al no encontrar rastro del rey sangre pura.
Suspiró. Masajeo el puente de su nariz, frustrado. Un ligero dolor de cabeza auguraba una noche de insomnio.
¿Por qué no estaba Yuuki aquí? ¿Por qué dejarle tan complicada tarea? ¿Qué pretendía?
—Él no es el Kaname que conociste. No era necesario ser tan duro con él.
Se sentó en la silla al lado de la cama, agotado. Sabía que llegaría Mitsuki a mencionar lo obvio, que le repetiría lo que su conciencia ya le había reclamado, pero no esperó que fuera tan pronto.
—Mamá quiso darle una nueva oportunidad. Ahora él es humano. Pero no es completamente libre... Papá ¿Vas a vengarte o le darás una oportunidad?
Zero se levantó de la silla con lentitud. Metió sus manos en los bolsillos, le dedicó una intensa mirada al castaño durmiente y salió de la habitación.
Para Mitsuki eso fue suficiente. Zero le daría el privilegio de la duda.
*
*
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—¿Así está bien? —preguntó el castaño mirando con duda la mezcla viscosa en el bol.
—Sí, es igual al de la imagen. —respondió con seguridad la castaña. —Ahora debes echarle una cucharadita de azúcar y una pizca de canela.
El castaño siguió obediente las órdenes. Se movía con cierta torpeza, típica en alguien que cocina por primera vez. Revolvió con cuidado la mezcla de panqueques y, después de risas y manchas, se dedico a freírlos.
Había pasado poco más de una semana desde que despertó del letargo—como le había llamado Ren al estado parecido al coma en el que se encontraba— y sentía que se acomodaba de a poco a su cuerpo; sus músculos, luego de un largo descanso y ejercicios leves, dejaron de doler, y su mente ya no parecía tan nublada como antes.
El problema eran los sueños. Todas las noches las pesadilla inundaban su conciencia. Hubo veces en las que su propia voz gritando y las lágrimas lo despertaron, en aquellos momentos Mitsuki lo confortaba hasta que el sueño nuevamente abrazaba su cuerpo.
Tenía un sentimiento de angustia cada vez que la luna se alzaba en el cielo. El mal sabor de boca incrementaba al recordar esos ojos amatista, fríos, furiosos.
Desde su encuentro, el primer día, no lo había visto otra vez. Mitsuki no hablaba de él y Ren solo lo mencionaba de vez en cuando. Kaname apenas recordaba la conversación entre ellos —según le contó la castaña, él se había desmayado, seguramente por el cansancio. —así que no sabía cómo tratar al peli plateado.
Para ser sincero, esperaba no volver a verlo. Le inspiraba temor y curiosidad. Una mezcla peligrosa para alguien que no quiere recordar, porque estaba seguro que el peli plateado pertenecía a su pasado.
—Se está quemando.
Kaname pegó un saltito al escuchar la voz de aquel que menos quería ver al frente suyo. No se atrevió a alzar la mirada, concentró su atención en el panqueque ligeramente quemado.
Diablos, debía verse patético.
—Saldremos en dos horas. —la voz de Zero lo hizo alzar la mirada curioso.
—¿A dónde?
—Sorpresa. —revolvió, en acto reflejo, los castaños cabellos. Dio media vuelta y salió de la cocina.
Kaname quedo parado, como estatua, el panqueque quemado en la espátula, los ojos más abiertos de lo normal, las mejillas sonrojadas y la boca formando una "o". Así lo encontró Mitsuki al entrar en la cocina.
—¿Estás bien? —preguntó dividida entre la preocupación y la risa.
Es que hay que admitir que la expresión del castaño era épica. ¡Para enmarcala!
—Sí... Estoy bien...
—Ajá...Traje el relleno. ¿Manjar o chocolate? —alzó dos frascos olvidando por completo la escena anterior. Cosa que el castaño agradeció.
—Podemos usar ambos.
—Bien, comenzaré a rellenarlos entonces.
*
*
*
¿Qué fue eso exactamente? Él sólo le avisaría que saldrían, solamente eso, sin caricias ni demostraciones de cariño. Pero claro, el recuerdo de un pequeño Ichiru cocinando se superpuso en su mente y sintió, por primera vez, que el castaño era solo un niño.
Estúpida idea, por supuesto.
Durante esa semana se permitió vigilar—más bien, acosar— al castaño sin que éste se diera cuenta. Planeaba darle una oportunidad, sólo para que esa espina de culpa —para nada razonable—abandonara su pecho. Esperaba que su hija estuviera equivocada, pero no fue así.
Kuran realmente parecía un niño descubriendo el mundo; un niño muy atormentado. No había pasado por alto las recurrentes pesadillas que atacaban al ex-sangre pura y que Mitsuki se esforzaba en apartar.
Y sí, sentía infundada culpa por eso.
Suspiró, revolvió su cabello en gesto frustrado y palpo a Bloody Rose con gesto cuidadoso. Yuuki siempre le dijo que aquella era un arma especial, un arma creada con amor. Jamás entendió el significado de sus palabras.
Se tumbó en la cama, cerró los ojos y dejó la mente en blanco. Aún me quedaba una hora y media.
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Flor de Almendro
FanfictionYuuki lo había decidido: su hermano merecía una segunda oportunidad. Después de tantos años buscando una forma de hacerlo, la había encontrado y esperaba de todo corazón que su hermano pudiera ser feliz viviendo como humano y que lograra descongelar...