Tardó otros tres días en llegar a la mansión del oeste. Era una hermosa vivienda que evocaba remotos campos ingleses. Estaba claramente abandonada. La maleza cubría gran parte de la propiedad; unas hermosas hortensias azules habían cubierto parte del techo y las paredes.Caminaba con cuidado entre los pasillos. La madera crujía, y numerosos bichitos correteaban entre sus zapatos. El sonido de la naturaleza impregnaba el lugar, como si hubiese sido devorado por ella.
Hermosamente nostálgico.
No tardó mucho en llegar a su destino: una amplia habitación llena de libros; la biblioteca. Esquivando los libros tirados o apilados, llegó a la esquina inferior de la habitación; levantó la esquina de la alfombra color vino hasta quitarla por completo. El emblema de la familia Kuran se hizo presente en la madera oscura.
-Espero que lo que traigo sea suficiente para ti. -murmuró a la nada.
Del bolsillo de la gabardina sacó un frasquito lleno de líquido carmesí. Lo destapó y vertió, lentamente, la mitad sobre el emblema, el cual brilló apenas la sangre de su señor hizo contacto con él.
Se abrió una puerta, dejando entrever escalones de piedra. Tomó la pesada carga que traía en su espalda, y con cuidado la depositó en el primer escalón que alcanzaba a vislumbrar. Dando una última mirada a la habitación, se adentró escaleras abajo.
Una vez bajo lo suficiente, la puerta se cerró sumiendo todo en una completa oscuridad. Gracias a su condición de vampiro le era innecesaria la luz, podía ubicarse perfectamente en aquel oscuro pasillo.
Cinco minutos más tarde se encontró frente a una puerta de madera cubierta por hortensias. Un enorme candado sin hendidura para lleve mantenía sellada la entrada. Sacó el frasquito de su bolsillo y, tal como lo hizo con la entrada bajo la alfombra, vertió unas gotitas sobre el candado.
Un click, fue su señal.
Entró sigilosamente, aun cuando sabía que la persona en aquel ataúd rodeado de flores, no despertaría por algún ruido que ella hiciese. Dejó la enorme mochila y las dos bolsas grandes de tela en el piso mientras encendía, una a una, las velas repartidas por la habitación.
-Ya es hora.
Abrió la tapa del féretro, con cuidado de no estropear las delicadas flores, dejando al descubierto a su moradora.
Era bellísima. Sus rasgos eran muy finos y delicados, sus labios carnosos y sus pestañas largas; su cabello, largo y ondulado, cubría sus hombros; mientras sus manos, delgadas y finas descansaban sobre su estómago. Tenía muchos rasgos de su señor, incluyendo su castaño y ondulado cabello. Aquel vestido verde pastel, solo acentuaba su imagen de ninfa.
¿Se enfadaría mucho al despertar? ¿Entraría en pánico? ¿Intentaría matarla? Realmente esperaba que no fuera así; de lo contrario habría fracasado en dos misiones. Le habría fallado a su señor dos veces.
Totalmente inaceptable.
De las bolsas de tela, sacó dos enormes jarrones de 25 litros llenos de un líquido espeso y carmín. De la mochila sacó otro jarro de 40 litros del mismo líquido. Con mucha paciencia fue vertiendo la sangre en el ataúd, hasta cubrir el cuerpo de la joven que allí dormía, asegurándose que su cabeza sobresaliera de aquella sustancia.
De su mochila sacó un frasco mediano, tomó un tercio del contenido en su boca y con la mayor delicadeza posible, traspasó la sangre, en un beso, a la boca ajena. Repitió la acción dos veces más, hasta que el frasco quedó vacío.
Podía sentir la energía fluir en la muchacha dormida, pero aún faltaba el paso más importante. Ella no era una sangre pura, por lo tanto una mordida de su parte no bastaría para despertarla; la única opción era herirla y esperar a que la sangre de Kaname reaccionara en ella, despertándola.

ESTÁS LEYENDO
Flor de Almendro
FanfictionYuuki lo había decidido: su hermano merecía una segunda oportunidad. Después de tantos años buscando una forma de hacerlo, la había encontrado y esperaba de todo corazón que su hermano pudiera ser feliz viviendo como humano y que lograra descongelar...