Vampiro.

2.4K 188 32
                                        

Eran las 2 de la tarde; Mitsuki y Ren estaban ocupados en Dios sabrá qué cosa; Neith había sido transferida a Caja, por lo que estaba ocupadísima; Zero...bueno de él no sabía nada desde hace tres días, al parecer algo no andaba bien en la asociación; y él estaba aburrido. Muy aburrido.

Todos tenían algo que hacer y él allí, vagando por la mansión. Ni siquiera le dejaban ayudar con la limpieza. ¡Más inútil no se podía sentir!

­—Si consigo un trabajo tal vez...

Suspiró. Eran esos momento de quietud, de soledad, los que más le abrumaban. No le gustaba estar solo, es decir, un momento está bien, pero ¿tres días completitos? No. Simplemente no.

Entre vuelta y vuelta, llegó a un sector que jamás había pisado. Y no tenía idea como volver.

—Fantástico. Ahora estoy aburrido, cansado y perdido.—se apoyó en la pared, dejándose caer sentado en la, seguramente, costosa alfombra. Paseo sus dedos por el piso, entre las figuritas triangulares de mármol.— ¿Qué es...—sus dedos se toparon una figurita algo suelta. Con la creciente curiosidad que le dieron las películas de Sherlock Holmes, hundió el diminuto triangulo.

Un crujido bastante tétrico resonó en el pasillo, y de un momento a otro la pared que lo sostenía desapareció. Cayó de forma nada elegante al suelo, con medio cuerpo dentro de un corredor que parecía sacado de las películas de la edad media.

—¡Entrada secreta!— se levantó de un salto, y asomó la cabeza en la reciente entrada.— Wow...Genial.

Un largo corredor se extendía a su derecha. Pequeñas lucecitas blancas se encendían una a una. Sin dudarlo mucho, se adentró en el misterioso lugar. Después de todo ¿Qué podría pasarle? No le habían prohibido la entrada a ningún lugar de la mansión. Además, siendo los que allí habitaban vampiros, podrían encontrarlo fácilmente por su presencia.

Decisión tomada.

El largo corredor tenía en sus paredes grandes cuadros. Los admiró con cuidado, eran pinturas de paisajes, personas, bailes; todos muy bien hechos. Tenían una delicadeza nostálgica.

Algunos le parecían familiares, y otros apenas tenían un efecto en él. Hubo uno en especial que captó su completa atención; la pintura captaba la escena de una pequeña niña rodeada de mariposas blancas. Su cabello era ondulado, largo y castaño, sus ojos azules y su piel como porcelana; usaba un camisón blanco de mangas largas que ondeaba al viento y estaba descalza. Tenía una adorable sonrisa, sus mejillas sonrojadas y sus labios rosados. Estaba totalmente concentrada en las mariposas que rodeaban sus manos.

Era muy hermosa.

—¡Mira papá! ¡Lo logré! — sonrió mientras daba vueltas entre las mariposas. Corrió hacia él, con las pequeñas mariposas siguiéndola, y se colgó de su cintura.

—¡Muy bien, Eylean!—acarició, con ternura, los cabellos castaños de la pequeña.

Seré una gran reina ¡igual que tú, papá!...Seré justa, amable y fuerte.

Sí, princesa. Serás una gran reina, aun mejor que yo.— sonrió, contagiado de la alegría de su pequeña hija.—Volvamos. Mamá nos espera.- su pequeña inflo las mejillas, descontenta.

¿No podemos quedarnos unos minutos más? Es mi cumpleaños... ¡Por favor, papá!—junto sus manitos en ruego.

Ah, está bien. Pero solo será una hora más.

¡Gracias!

Flor de AlmendroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora