Humano

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Se despertó por los molestos rayos de sol que pegaban en su cara. No estaba acostumbrado a despertar así -en su habitación gruesas cortinas color vino tinto cubrían cualquier rastro de luz- y debía admitir que era desagradable. Rodó entre las sábanas, gruñendo en protesta ¡Quería seguir durmiendo! ¡Sol fuera!

-Deja de hacerte rollito y levántate bello durmiente.

Se levantó de golpe, envuelto en mantas sacándole una escandalosa risa al peli plateado.

¡Que vergüenza!

Bajó la mirada avergonzado mientras desenvolvía las sábanas de su cuerpo. Y se levantaba de la cama, se sonrojó al ver que estaba a medio vestir.

-Hay ropa y toallas en el baño. -avisó el peli plata una vez se calmó de la risa.

El cazador estaba con una toalla en la cintura, bastante larga, y una en su cabello. Recién había tomado una ducha, al parecer. Cuando paso por su lado revolvió su cabello, como si de un niño se tratara, y él sonrió; ese gesto se estaba volviendo costumbre entre ambos.

Entró al baño y se dio una ducha. Tal cual le había dicho el cazador, había ropa limpia junto a toallas en un mueble al lado del lavabo, además de una bolsita con útiles de aseo básico. La ropa era misteriosamente de su talla. De hecho ¿No era parte de la ropa que Mitsuki le dio?

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E

n la cama, se dedicó a limpiar con cuidado a Bloody Rose, ésta vibraba de forma agradable a su tacto. Esa arma tenía más personalidad que las demás, sólo Arthemis se le comparaba. Y pelear con ambas fue un placer que sólo tuvo una vez. Lamentablemente Arthemis no se acoplaba 100% a él, y ahora estaba en manos de Mitsuki, feliz junto a la castaña.

Una vez lista su preciada arma, se puso la chaqueta. No le gustaba pedirle a Annie -una vampiresa noble parte de la servidumbre Kuran, a quien consideraba una amiga-algún favor o molestarla de su trabajo, pero esta vez era necesario. Kaname y él no tenían ropa, y tampoco podía dejar solo al castaño para comprar algunas prendas; sin contar con que no tenía idea de la talla del oji borgoña o sus gustos.

Aunque apostaba que a su hija poco o nada le importaba el gusto del castaño, en cuanto a moda se tratara.

-Estoy listo. -anunció Kaname.

Alzo la vista y apreció al mayor. Debía admitir que su hija hizo un buen trabajo con la ropa, aunque seguramente con cualquier prenda se vería perfecto; ventajas de haber sido un sangre pura.

-Iremos a desayunar primero. Luego a casa.

Con el asentimiento del mayor, ordenaron sus cosas y partieron rumbo al restaurante italiano al lado del hotel.

El desayuno fue ameno. Charlaron de cosas triviales, Kaname desconocía muchísimas cosas del mundo en el que ahora vivía y Zero se dedicó a responder todas sus preguntas, en su mayoría generadas por el noticiero matutino, lo más claro posible.

Él se sentía cómodo en la compañía del castaño. En las últimas horas se había propuesto algo que hace años le hubiera parecido una aberración: proteger a Kaname. Protegería al niño que tenía frente a él; haría todo lo que estuviera en sus manos para darle una vida normal como humano.

Jugueteo con el papelito en el bolsillo de su chaqueta. El primer paso sería que hiciera amigos, y aquella peli morada parecía sincera. De ser lo contrario, se encargaría de hacerle saber a la chica que con su protegido no se jugaba.

Flor de AlmendroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora