La tormenta pecaminosa

24 0 0
                                    

La tormenta aún no cesa, la lluvia continúa, tenue y pura, los caminos aún colapsados, la ciudad en ruinas con sus focos apagados. Yo, sentado frente la chimenea, viendo el hermoso espectáculo de las llamas bailando al ritmo de mi penumbra. La silueta de un hombre solitario se divisa en la pared, sobre la biblioteca, sobre los libros, aquellos que nunca habían sido abiertos, sobre aquellos que nunca habían sido expuestos a la luz, se le dijo a ese joven que a todos debía de tocarles, que cruel es la vida y el tiempo, no son parejos con todos.

 Que cruel es el destino que juega con nuestros sentimientos, con nuestras vidas y con nuestros sueños, que cruel es aquella mano que deja que sople el viento furioso, ese viento que es acompañado de un temporal. 

En mi mano una copa llena de malos tratos, llena de un infierno sin igual. A mi lado una pequeña mancha, una mancha llena de disgustos y cuentos de pesar, una mancha que se esconde tras mi corazón. Cuantos pecados he cometido, son tantos que no puedo ni contarlos, cada uno me fue haciendo más ruin, mas frío, poco a poco alimenté la codicia, poco a poco alimente la ira.Exploté a mis amigos, a mis amores y a mi familia, alejé de mí a los seres que alguna vez llamé queridos, exhalé mi último aliento en aquella tarde de reliquias.

Me dejé caer en la desesperación, en el hambre y la avaricia. me dejé caer y me relajé en la soberbia. La soberbia, oh maldita soberbia, creerme mejor que otros solo trajo a la envidia, aquella envidia perra que en un rato paraliza. Así es, soy el pecado en persona, no merezco ni una pizca de paz ni de armonía, no merezco estar libre, ni ser querido ni acariciado, yo, como hipócrita debo seguir aquí sentado, quemando mi alma, esperando que aquella tormenta desaparezca de mi vida.


Compilación de historias cortasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora