Eran casi las once de la noche, en un día de invierno a mediados de noviembre, cuando Seungcheol de dieciocho años regresaba a su tierra natal en la provincia coreana de Daegu.
El bus que lo llevaba se movía de forma lenta, según Seungcheol, por lo que él solo podía observar a través de la ventana como una copiosa lluvia golpeteaba la luna de forma incesante.
—El cielo parece estar llorando —habló en un susurró en medio de la oscuridad del bus que lo trasladaba.
Cuando dejó de sentir movimiento, el capitán de los caballeros blancos comprendío que había llegado a su destino, por ello con paso ligero pero con un gran peso en sus espaldas, bajo del bus que lo llevó hasta una de las ciudades que más amaba.
Miro de un lado para otro, como tratando de recordar el lugar, ese mismo en el que ya hace muchos meses atrás se despidió de sus amigos y ex-novia, ese lugar que lo llevó a una nueva vida pero que a su vez lo alejó demasiado de la antigua.
Sin apresurarse empezó a caminar fuera de la estación de buses, esperando que algún taxi lo llevará donde quería ir y a su vez no quería ir. Un solitario taxi estacionado en una esquina llamo su atención, estaba como esperando por él, asi que en medio de los charcos, provocados por la lluvia, avanzó hasta el auto amarillo.
—A la cuarta en intersección con la quinta —habló Seungcheol al conductor.
El hombre asintió y Seungcheol abrió la puerta para subirse, ya adentro la calefacción del pequeño carro le vino como anillo al dedo, pues su ropa estaba empapada por los escasos minutos que bajo del bus y busco un taxi.
El auto recorrió las avenidas que Seungcheol se sabía de memoria, cada una tenía un pequeño recuerdo, ya sea con sus amigos o con su familia. Y de alguna forma solo rememorar esas cosas le habrían una profunda herida en su corazón, él jamás hubiera deseado regresar a Daegu por una muerte, el quería venir tranquilo a visitar a todos pero la vida no se lo permitio.
Mientras los minutos pasaban Seungcheol se preguntaba a si mismo cómo había logrado convencer a su madre de venir solo, ella también quería acompañar a la madre de Shownu durante el velatorio pero él le recomendó que viniera al siguiente día solo para el entierro.
La razón de venir solo era por que tenía que hablar con Shownu, así este lo rechazará nesecitaba conversar con él sobre lo que acababa de pasar, por ello no quería tener a su madre haciendo preguntas sobre porque ambos parecían algo distanciados.
—Doblando en la esquina, la tercera casa —le indicó al silencioso chófer que no había hecho ningún comentario hasta el momento.
El carro viro, Seungcheol se puso atento y, tal como sospecho, había una gran cantidad de gente entrando y saliendo de la casa, todos vestidos de negro.
—Mi más sentido pésame, joven —fueron las únicas palabras dichas por el hombre cuando Seungcheol le entregó el dinero por el servicio.
El azabache solo asintió e hizo una cordial reverencia, esta vez era él quien no quería entablar una conversación. Se bajo del auto lo más rápido que pudo y sacudió su saco, aún ligeramente mojado por la lluvia, antes que con lentos pasos se confundiera entre la gente que entraba a esa casa, en la cual él había jugado tantas veces.
Ya adentro como pudo, entre empujones y disculpas, avanzó hasta el salón principal, donde con un gran listón negro estaba la foto de Son Jaehyun, el padre de Shownu, la única figura paterna que tuvo en su vida.
Las manos se le pusieron frías, las piernas le temblaron, empezó a sudar a pesar de su baja temperatura corporal, pues una cosa era oír la noticia por teléfono y otra mirarla. Y las personas llorando, otras hablando en susurros y otras presentando sus respetos al fallecido, le hicieron darse cuenta que nada de eso era un sueño, un mal sueño por supuesto.
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Me odias, Me amas [JiCheol]
Fiksi PenggemarChoi Seungcheol creía firmemente que siempre viviría en Daegu, idea que no le molestaba en absoluto pues todo lo que amaba estaba en esa ciudad. Por ello cuando su madre le comunica que deben mudarse y por tanto dejar todo atrás, él siente que su vi...