Capítulo 45: Infancia robada [2/2]

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Un oscuro lugar apenas iluminado por un pequeño foco en medio de una habitación de paredes grises, una ventana de lunas oscuras con barrotes de hierro que no dejarían pasar la luz nunca, un piso rojo con un acabado pobre y una mujer amarrada en el centro. Ella estaba golpeada, los moretones como una cadena estaban por todo su cuerpo, la sangre seca se pegaba a su blanquecina piel demostrando que nadie había cuidado de sus heridas. Ella estaba dormida, tratando de escapar de su triste realidad, esa que llevaba viviendo varios días. Nadie la rescataría, por más que la buscarán, ese era su destino, siempre lo fue. Aunque en su mente, durante los pocos minutos que había logrado despertarse en esos días, imaginaba a su esposo entrando por esa puerta y sacándola de ese horrible infierno en el que estaba envuelta.

—Buenos días —agua fría fue tirada a su cara, haciéndola despertar de manera abrupta—, debes comer algo. No quiero que te mueras, perra.

Yoochun camino hasta la entrada donde una bandeja con pan seco y un vaso de agua estaban colocados de forma ordenada. Nada comparado al cuarto donde se encontraban, lleno de sogas por todos lados, pequeños cuchillos, velas y cables. Ella con la vista nublada trato de captar a su raptor, una vez más su apariencia era impecable, era como un modelo. Pero su maldad estaba tan arraigada a su alma que HeeYeon solo veía a un hombre horrible delante de sus ojos, un hombre que la tenía encerrada ahí sin ninguna razón en especial.

—¿Por qué? —repitió ella con voz cansada— ¿Por qué?

Esa pregunta ella la generaba todos los días, a cada momento que lo veía, pero jamás obtenía respuesta. Él se acercó y de forma tosca introdujo pan en la boca de ella, sin siquiera rozar sus labios, simplemente empujando la hogaza entera dentro, hogaza que ella comía sin rechistar. La marca dejada en su pierna, por un cuchillo antes enterrado de forma vil, era la prueba contundente que ella no se podía negar a nada, aún en su mente recordaba el dolor punzante de la hoja incrustándose en su piel.

Unos toques en la puerta, algo poco usual, alertaron a ambos. Yoochun bufó molesto cuando oyó de nuevo repiquetear de la puerta, ese sonido parecía incomodarlo al punto que no parecía dispuesto a abrirle la puerta a quien sea que estuviera detrás de ella. Pero la insistencia con que era tocada dejó en claro a los allí presenten de la necesidad de la otra persona por entrar al sitio donde estaban ellos, por ello de forma aburrida Yoochun tomo el pomo de la puerta apenas abriendo para conversar con la persona del otro lado.

—Se suponía que no vendrías aquí —le recrimino—. Tú tienes tu presa y yo a la mía.

HeeYeon trató de agudizar su oído, intentaba descubrir las razones por las que estaba recluida en ese horrible lugar, sin embargo el cansancio estaba deteriorando su cuerpo de tal forma que no logró cumplir su objetivo. Pero por la expresión corporal en el cuerpo del hombre, el cual no había dicho su nombre hasta el día de hoy, entendía la discusión acalorada que se estaba desarrollando en ese instante entre un número de personas desconocidos para la mujer.

—Bien, bien —llegó a escuchar decir al hombre—. Entra.

Él empujo la puerta con fuerza y dejó entrar a la persona detrás de ella, cuando HeeYeon vio de quien se trataba solo pudo abrir y cerrar su boca de la sorpresa, no sabía que decir y menos tenía palabras que pronunciar. Lagrimas repentinas inundaron su rostro, pero no por ver al fin a la persona causante de su encierro, sino por el pequeño niño que ella jaloneaba para que entrará. Ese era su niño, con los ojos vendados y varios kilos menos, quien era prácticamente arrastrado por la mujer en la que ella alguna vez ilusamente creyó. La cólera invadió su cuerpo al ver a su hijo en ese estado, ni siquiera sabía cuánto tiempo había dejado de verlo pero por la apariencia lastimera del menor sospecho que llevaban semanas encerrados en ese lugar, semanas que ella había olvidado contar.

Me odias, Me amas [JiCheol]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora