›Capítulo cinco

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Al finalizar el día, Ariel se encontraba con un par de banditas en su rodilla que Mike le había comprado en una de las tiendas que se encontraba afuera del local. Daniel y Andrea derramaban miel con cada palabra y cada acción. Y era algo incómodo para el par de amigos, así que decidieron irse a su hogar. Como ambos eran vecinos era mucho más fácil para Ariel no perderse sola.

Pero antes de irse, Andrea sin ningún aviso empezó a arrastrarla con dirección al baño de damos, con la excusa de quitarse el sudor de la frente. Pero Daniel sabía que no era por eso, sino para aconsejar a su mejor amiga. Andrea recargó su espalda en la puerta del baño y sonrió con malicia.

—Te pareces al demonio, quita esa cara mujer que asustas —recriminó la castaña con una mueca.

Andrea se cruzó de brazos sobre su pecho y frunció el ceño corajuda. — Después de que te ayudo ¿y me pagas con esta moneda?. Como sea, vengo a darte otro consejo para que le des una indirecta a tu gringo.

Ariel rodó los ojos y empezó a pisotear el piso frenéticamente. Estaba cansada que Andrea le estuviera dando órdenes a cada instante, a veces parece que no puede hacer ni un movimiento no sin antes tener la aprobación de la morena. La castaña agitó la cabeza, ¿en qué estaba pensando? Si su mejor amiga solo quería ayudarle.

Ariel le dieron unas ganas de hacer necesidades fisiológicas y agradeció mentalmente estar en el baño, así que sin decir una palabra más, se adentró a uno de los cubículos, bajó su short y abrió sus ojos de par en par cuando su ropa interior estaba manchado de sangre.

—¡Andrea! —gritó histérica.

Andrea se estremeció y pintó su mejilla de brillo labial, por suerte no se notaba mucho y se arreglaba muy fácilmente. Se acercó a donde se encontraba la castaña y le preguntó la situación. Le pasó un tampón y Ariel no estaba muy convencida de usarlo pues le parecía incómodo y sentía que le estaban robando la virginidad. Pero para su mala suerte, Andrea no contaba con una toalla sanitaria. Y para empeorar las cosas, tampoco había en su casa ya que su madre se las había terminado las de ella la semana pasada y no compró un paquete nuevo.

—No estoy manchada, ¿verdad? —preguntó mientras se daba la media vuelta y caminaba un poco hacia el inodoro para ver si se veía mejor.

—No. —confirmó Andrea—. Y si te manchaste solo fue en el interior del short.

—De acuerdo, y para el colmo necesito ir a la farmacia, acompáñame, y deja que Dan y Mike se vayan por su propia cuenta.

Andrea negó con la cabeza avergonzada—. Realmente no puedo, quedé con mi novio para ir por una pizza, y últimamente le he cancelado un par de veces, no debo hacerlo más.

Ariel suspiró frustrada, estúpidos novios, pero algún día ella tendrá el suyo y se vengará.

—De acuerdo cabrona, pero recuerda lo que estás haciendo. Pero puedes salvarte si no dejas que Mike me vaya acompañar, que cada quien se vaya por su lado y fin del cuento.

—Sabes que Mike jamás te dejará sola, y por cierto, hablando de él...

Ariel quiso estirar su melena hacia los costados, pero interrumpió a su amiga—. ¡No, no y no!. No necesito otra indirecta más culera.

—Mira güey, yo sé lo que los chicos quieren y a ellos les gusta que digan su nombre en voz alta, esto provocará un efecto de inmediato en él.

—Claro, dejarlo sordo. ¡No mames!.

Ariel salió del baño sin esperar a su amiga apenada, necesitaba crear un plan con urgencia para alegar al australiano de ella. ¿Inventar una cita?. ¡No, si ella quiere una cita con él!, ¿cómo va a inventar a otro chico?. ¡Que necesita ir al doctor y va a ser muy tardado! Eso puede funcionar.

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