›Capítulo diecinueve

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Era el día esperado para los estudiantes de último año en preparatoria en Monterrey, pues ese día era su graduación. Sin embargo no solo estaba eso en juego, sino ese día le entregaban los resultados del examen de admisión de la facultad de derecho que ella había presentado en la carrera de leyes. Daniel presentaba ingeniero en sistemas y Andrea en odontología. Mike prefería tomarse un año sabático para decidir mejor aquella decisión importante.

Andrea y Ariel habían sido llevadas a un salón de belleza para ser peinadas y maquilladas versátilmente para usar en la ceremonia de la entrega de papeles y luego del baile. Las dos se miraron en atreves del espejo con una sonrisa, tenían en cabello húmedo.

—Hoy es el gran día —dijo Andrea entusiasmada—, me gustaría un recogido de lado y que no me estorbe en el birrete, por favor. Y mi vestido de graduación es negro—Pidió mirando a la chica detrás de ella que iba a encender la secadora.

—Yo quisiera un moño que recoja todo mi pelo, haz lo que creas mejor para mí, estoy en tus manos. —Sonrió mirando al chico gay que iba a atenderla a ella.

Unas horas después ya se encontraban listas, y se levantaron de la sillas negras de imitación de cuero. Se miraron entre sí con una amplia sonrisa, el maquillaje hacía resaltar sus facciones más bonitas de cada una de las chicas. La morena traía un labial rojo pasión que le hacía aparentar unos labios mucho más carnosos y bastante iluminador con un toque de dorado y el resto de su rostro era mucho más delgado. La cara de Ariel aparentaba más fina y mucho iluminador con un delineado de color negro en los ojos y con sombras color café y rosa palo.

En la puerta de la estética se encontraban las madres de cada una de las chicas con sus conjuntos de ropa, pues ya era un poco tarde para llegar a la ceremonia. Además había un poco trafico en la ciudad. Las dos chicas pasaron al baño de la estética y se cambiaron rápido y con mucho cuidado de no dañar su maquillaje o peinado. Encima se colocaron la toga de color azul, y una banda dorada diciendo la generación de graduación. Se colocaron los tacones en alto y salieron del baño.

—Espalda derecha mi amor —dijo la madre de Ariel hacia su hija al verla un poco encorvada, pues no tenía mucha practica usando los tacones—, así es Ari. ¿Están listas?.

Las dos chicas asistieron. Andrea parecía que tenía un doctorado en tacones porque ya estaba subiendo al carro mientras que Ariel apenas había dado su segundo paso. Cuando la castaña finalmente se sentó en el auto empezó a tener nervios. Siempre había sido buena hablando frente a muchas personas, pero eso no quitaba el hecho que se sintiera nerviosa, sus manos sudaban y su corazón palpitaba con la aceleración de haber terminado de correr un maratón de cinco kilómetros.

Sus vellos estaban de punta porque eran las cuatro cuarenta y debería estar ahí desde hace diez minutos. Oficialmente la ceremonia daría inicio a las seis, terminaría alrededor de las ocho y a esa hora empezaría el baile oficial.

Al llegar al lugar predicho, Ariel recolectó todo su equilibrio y empezó a caminar con rapidez. En ese instante no le parecía importante la postura, sino llegar. Ya que el discurso iba a ser al final de la ceremonia, pero debía de saber cuando iba a ser ese momento.

—Llegas tarde —dijo Isaac con un tono de reproche, mirándola hacia abajo ya que él es un chico bastante alto, casi llegando a los dos metros.

—¿Tu crees que esta belleza se hace en cinco minutos? —interrumpió Andrea, alzando una de sus perfectas cejas marrones—, pues no. Mejor tarde que nunca —añadió después de haber visto la incredulidad del chico vestido con su toga.

—A ti no te hablo Andrea —respondió seco con la nariz arrugada—, ahora; el maestro de ceremonias nos va a indicar, ¿te aprendiste el discurso? —se dirigió hacia su compañera y ella asistió con una sonrisa—. Perfecto.

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