›Capítulo ocho

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Andrea abrazó la almohada de su mejor amiga con fuerza y se empezó arrullar para dormir. Ariel la miró indignada, así que lanzó una de las blusas que tenía regadas en el piso de su habitación. Andrea se sorprendió por el impacto, pero después de ver el rostro de la castaña, la fulminó con la mirada.

—No seas pendeja, Ari.

Ariel negó con la cabeza de un lado al otro—, así me conociste, ahora te aguantas.

Andrea se acomodó en la cama en una mejor posición, cruzando las piernas en frente de ella. Miró a su amiga, analizándola. Ella tenía una cebolla mal hecha, sus labios tenían un brillo reflejado por la humectación. Lo que le sorprendió fue el rubor en sus mejillas, no estaba usando rubor porque ella usaba tonos rojizos y el de su cara era rosa, su color natural.

—Suelta al gato güey, dime qué es lo que escondes —ordenó con una sonrisa coqueta, sabía a la perfección que se trataba de Mike.

—¿Por qué crees que escondo algo? ¿ahora no puedo estar feliz porque sí?.

Andrea negó con la cabeza lentamente—, dime.

—Mike durmió aquí —confesó con una sonrisa inocente. Pero tan pronto, llevó ambas manos a su cara intentando ocultar su vergüenza.

Andrea no había procesado lo que acaba de escuchar, ¡eso era un milagro!. De pronto imágenes porno apareció en su cabeza. Tan igualita a su novio, pero lo eliminó pronto. No era lindo ver a tu casi hermana teniendo sexo. Aun así, eso no evitaba que malpensara la oración de la castaña.

—¡No seas golosa!. Solo dormimos, abrazados. —Volvió a sonreír enamorada.

—Estas avanzando, estoy orgullosa. ¿Ves, como mis indirectas si funcionan?.

Ariel lo pensó un segundo, para ella, las indirectas no tenían nada que ver. Sin embargo no arruinaría el momento de su mejor amiga, que creyera lo que quisiera siempre y cuando no lastimara el presente.

—Estoy tan feliz que las indirectas funcionen que te daré otro consejo: hazle cumplidos, hazle saber que es guapo. A los hombres también les agrada.

—Por favor, eso es estúpido.

Andrea hizo la cara llena de indignación, entonces sacó su teléfono de su pantalón y llamó a su novio. Se aseguró que estuviera en altavoz.

—¡Hola amor! —clamó feliz Daniel del otro lado de la línea.

—¡Hola Dan!, te tengo una pregunta. —Andy miró a Ariel e hizo una seña con su dedos para que no abriera la boca.

—Te escucho.

—¿Te gusta que te halague?, ya sabes, que te diga que estas lindo y guapo. —Daniel empezó a reír con euforia, se imaginaba la razón de la pregunta. Andrea miró mal al celular—. ¿Qué idiota?, ¿crees que estoy diciendo un chiste o qué?.

—¡No, no!. Solo dile a Ariel que si nos gusta, pero sin exagerar. Por cierto, ¡hola Ariel!. —gritó Daniel—, ahorita voy por ti a la casa de Ari.

Y sin más, terminó la llamada.

—¿Ves?, a Daniel le gusta. —Sonrió victoriosa la morena.

—No es así, tiene miedo que le pegues —hipeó mientras reía una vez más.

Daniel era bastante listo.

—Yo intentando que Mike se enamore de ti y ¿tú?. ¡Riéndote!. —Suspiró indignada mientras colocaba su mano sobre su pecho para darle más dramatismo a la escena—. Suficiente, me voy.

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