Luna guardó el teléfono y corrió hasta el otro lado de la acera. Al detenerse, recargó ambas manos sobre sus rodillas y giró la mirada. El Usurpador no la estaba siguiendo, sin embargo, ya habían aparecido dos patrullas y una ambulancia y se detenían justo fuera del local de las malteadas. Un hombre había muerto.
—¿Dónde demonios está Jeremías cuando se le necesita? —masculló Luna.
—Aquí atrás —dijo una voz siniestra.
—¡Con un de...! ¿Por qué les encanta hacer eso? —le espetó la chica, dándose la vuelta y soltando un ligero golpe al pecho del hombre vestido de traje, quien sólo hizo una mueca—. ¡Pueden matar a alguien de un infarto!
—No, no pasaría. Lo reanimaríamos en segundos.
—¡Siempre con respuestas que nada que ver! —le reclamó la chica—. ¿Dónde estabas hace unos minutos? ¡Murió alguien! ¡Alguien inocente! ¡Murió al...!
Jeremías se inclinó un poco, y se quitó el saco para que Luna pudiese ver la marca de una mano de color rojo sobre su cuello. Era una herida al rojo vivo, una quemada bastante grave que el Salvador no se mostraba interesado en curar.
—Qué...
—Ardió. No, no ardió. ¿Soy buen actor? Debo admitir que quise probar la malteada color café espumoso que iba en la charola que usaron para noquear al Usurpador.
—Tú fuiste el mesero...
—Tomé su lugar porque sabía lo que iba a pasar. Ahora que ya lo vieron, ambos necesitan apresurar un poco las cosas...
—Max desapareció, no sé dónde...
—Tu teléfono —le indicó Jeremías.
Luna no pudo ni preguntar a qué se refería, ya que en ese instante, el teléfono que el mismo Jeremías les había dado el día anterior comenzó a sonar. En cuanto lo tomó, supo que se trataba de Max. ¿Quién más podría tener el número de un teléfono que no debería existir, brindado por seres interdimensionales? Sí, sin duda el hacktivista debió poner alguna cosa rara en su interior para poder identificarlo.
—¿Max? —respondió Luna.
—¿Me extrañaste? Me siento como todo un Bond... aunque el James Bond de Daniel Craig es mejor, él no necesita los chistes que yo hago. Sino, sería perfecto.
—¡Tonto! —se rió la chica. ¿Se estaba riendo? ¿De un chiste de Max? La cosa estaba muy intensa.
—Tomé un coche prestado... espero que no nos encierren por esto... paso por ti en cuanto me des la orden.
—¡Espera! —le atajó Luna—. ¡El Usurpador! ¿No va a...?
—La zona está rodeada por Salvadores. Echa un vistazo.
Luna giró la cabeza, aún con el teléfono en la mano, para poder corroborar lo que Max decía. Tenía razón. La avenida completa estaba llena de hombres de traje. Algunos iban hablando por celular, otros anotaban cosas en libretas que sin duda sería interesante leerlas después. La escena del crimen había sido custodiada por los hombres que los estaban protegiendo.
—¿Ya me crees?
—Estoy en la entrada del hotel... —Luna miró hacia arriba para leer el nombre del lugar—. Sí, el Hotel W, New York. En la calle al frente.
—¡Te veo ahí!
Después de eso, Max colgó.
—¿Sigues dudando de lo que podemos hacer? —preguntó Jeremías, lo bastante atengo a la chica—. No los dejamos un solo instante. Sin embargo, el Usurpador ya los tiene en la mira. Tienen que apresurarse.
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Tinieblas [Pasajeros #3]
Science FictionHaber sobrevivido a los peligros del Triángulo, tanto en su interior como en el exterior, fueron un paso más en la travesía que había dado comienzo el 21 de enero. Después de haber salido casi ilesos a la batalla colosal del Puerto, el reducido grup...