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Owen no sintió el temblor, pero todo a su alrededor comenzó a moverse de forma caótica. Su mano seguía manteniendo la pistola firme frente a las discípulas de Pandora, y aunque eso significaba que el caos iba a dar comienzo, muchos de los clientes del local no quisieron salir de éste para huir. La mayoría se refugió bajo las mesas y esperó a que lo mejor sucediera.

—¿Owen? —Allori también se había levantado de su silla y miraba con determinación a la docena de mujeres psicópatas que habían aparecido de la nada—. ¿Por qué no atacan?

Las mujeres de piel gris, con la ropa sucia y descuidada, el cabello largo, sucio y lleno de tierra o polvo, se quedaron inmóviles. Respiraban con mucha rapidez, como si hubieran estado corriendo por kilómetros y kilómetros, y se detuvieron a unos cuantos metros de la mesa donde Owen, Allori y Chase aguardaban. El último de éstos seguía asustado, con ambas manos sobre el teclado de su computadora, y esperaba el momento en el que el fuego diera inicio.

—Están esperando algo... —musitó Owen, sin entender.

—¡Salgan, salgan! —a Allori no le interesó que en medio del local hubiera doce cuerpos extraños a punto de iniciar el ataque, ella se dirigió a toda la clientela del lugar para sacarlos de ahí antes de que alguien pudiera salir herido.

Todos obedecieron a sus gritos, y con prisa, salieron del café. Muchos dirigían la mirada hacia las extrañas visitantes que habían invadido el lugar.

—¿Qué quieren? —susurró Owen, una vez que el local estaba vacío, a excepción de ellos tres y las discípulas de Pandora.

—Tenemos un mensaje para ti —siseó la primer mujer.

—Demonios —masculló Chase, soltando su computadora y reclinando un poco la silla hacia atrás.

—No recuerdo haber dejado encendido el contestador de la casa —le espetó Owen mientras metía la mano a su pantalón y sacaba una segunda pistola. Aquello estaba a punto de ponerse bueno en verdad.

—Owen, Owen, querido Owen —ya no era la voz de una de las discípulas de Pandora, sino de Pandora en sí. Se estaba comunicando a través de sus sirvientes—. Espero que hayas disfrutado tu vida. Porque hasta aquí llegó.

—Owen, amigo, creo que quieren matarnos —musitó Chase, poniéndose de pie.

—¿Ah, sí? —sonrió Owen—. Pues te tengo una buena noticia.

Las discípulas afilaron sus uñas y comenzaron a caminar hacia el grupo de Owen. Estaban preparadas para atacar.

—¿Qué noticia podría ser buena en un momento como este? —soltó Chase mientras sacaba una pistola de su pantalón.

Owen volvió a sonreír.

—No están en la Isla... ellas sí pueden morir.

Sin añadir ni una sola palabra, Owen disparó la primer bala en el momento justo en el que una de las discípulas de Pandora daba un brinco hacia él. El impacto del disparo golpeó a la mujer en el rostro, y ella cayó sobre una mesa que se partió al instante. Después, no volvió a levantarse.

—¡A rodar! —gritó Owen.

Las once discípulas que quedaban iniciaron el ataque, dando un brinco aquí y un brinco allá, que Owen tuvo que descargar ambos cargadores de sus armas en cuestión de segundos. Los disparos dieron en algunas ventanas, así como en las mesas y sillas que había al frente. Sólo dos o tres de sus atacantes cayeron inertes al suelo. En cuanto llegaron a donde Owen estaba, éste se tiró al suelo, junto con Allori, para evitar que algún zarpazo los alcanzara.

Tinieblas [Pasajeros #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora