Aún a pesar de no entender qué rayos estaba pasando, James sabía que algo malo había ocurrido. El muchacho que se había comunicado con ellos, que había planeado estratégicamente todo el trayecto desde Fort Lauderdale hasta Nueva York, y de regreso hasta el popular barco denominado como el Baptidzo sin siquiera saber el cómo, estaba asustado. Preocupado. Desesperado por soltarse de los marineros de aquél extraño navío que había acudido en su rescate.
Todo estaba pasando tan rápido que James no sintió la mano de Dianne aferrándose a la suya. Como si ambos se conocieran de bastante tiempo atrás. Había algo allí. Algo que James ignoraba pero que era importante.
—¡Se llevaron a Luna! —soltó Max, intentando zafarse de los marineros del Holandés—. ¡Aurora se llevó a Luna!
—¡Max, cálmate!
Miranda estaba ayudando a los marineros para lograr mantenerlo a bordo del Holandés. En cuanto éstos lo soltaron, fue la mujer la que lo tomó de los hombros y lo miró directamente a los ojos.
—No hay nada que podamos hacer en este momento.
—¡Se llevó a...!
—¡Ya sé, yo también lo vi! —le reclamó Miranda—, pero nosotros no podemos abrir portales, no podemos viajar como ella lo hace.
Algunos de los hombres del Capitán Willem van der Decken comenzaron a retirarse a sus distintas posiciones dentro de la nave. Aún había neblina alrededor del barco, y eso les daría un poco de ventaja para alejarse de la zona del hundimiento del velero antes de que el sol alumbrara las aguas y disipara la bruma.
James se levantó poco a poco, aún aferrado a Dianne, y buscando a los demás con la mirada. Lo extraño era que no sabía a quién buscar.
Era quizá el momento más extraño de su vida. A bordo de un barco que, según la historia, era un mito de los mares, al igual que el supuesto Triángulo de las Bermudas. Claro, no estaba tomando en cuenta el hecho de haber sido rodeado por una docena de agentes extraños vestidos de traje y de un segundo a otro ser transportado desde el Aeropuerto de Nueva York hasta el Puerto Everglades, en Fort Lauderdale, para zarpar junto con el barco más lujoso y único que había en el Siglo XXI.
—¿James?
Él giró la mirada al instante de haber oído su nombre, y antes de poder descubrir quién lo había llamado, un hombre algo robusto lo envolvió en un fuerte abrazo. ¿Quién era?
—¡Estás vivo! —soltó Cooper, sin querer soltarlo—. ¡Viejo, estás vivo!
—Estoy vivo... —musitó James, intentando devolverle el afecto, pero no se sentía cómodo con ello. ¿Lo conocía?
Miranda soltó a Max para unirse al abrazo sin saber qué significaba. Incluso Scott, entre tres o cuatro marineros, apareció atrás de un bote y abrazó a Dianne, quién también se sentía de un modo extraño. Todo aquello era bastante raro.
—¡Están vivos! —Han bajó corriendo las escaleras de la primera cubierta, y abrazó primero a Dianne y luego a James—. ¿Cómo es posible? ¿Qué fue lo que pasó?
—¡Te vimos morir! —exclamó Scott, mirando a Dianne—. ¡Ben enterró una daga en tu pecho!
—¿Eso hizo? —preguntó Dianne, asombrada.
—Chicos, chicos... —Max apenas podía controlarse. Seguía un poco distraído y asustado por lo que acababa de pasar. Por su mente pasaban muchas imágenes de Luna, siendo arrastrada por Aurora al abismal portal que había abierto en los aires, y aunque le costara admitirlo, no había nada que pudieran hacer. Necesitaba distraerse para no pensar en qué estaría pasando con ella en esos momentos—. Ellos... —tosió un poco para aclarar la garganta—. Ellos no son James y Dianne... no los nuestros.
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Tinieblas [Pasajeros #3]
Science-FictionHaber sobrevivido a los peligros del Triángulo, tanto en su interior como en el exterior, fueron un paso más en la travesía que había dado comienzo el 21 de enero. Después de haber salido casi ilesos a la batalla colosal del Puerto, el reducido grup...