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Max sintió el golpe del viento, del mar, de la energía del Torbellino justo en el momento en el que saltaba por el borde del Holandés. Todo había sucedido tan rápido que ni siquiera tuvo el tiempo de avisarle a los demás lo que estaba pasando. El grillete de Luna se había soltado debido a las turbulencias que golpeaban al barco. Por suerte, él pudo verlo y reaccionar a tiempo.

Tenía la experiencia suficiente como para soltar unas esposas en cuestión de segundos, escapando de la ley por algún hackeo que había hecho en el pasado, por lo que soltarse del grillete fue pan comido. No lo pensó dos veces, e inmediatamente al ver cómo Luna caía del Holandés, Max dio un brinco y se internó en las fuertes ráfagas de energía que rodeaban su ambiente.

La caída fue lo más extraño. El fuerte viento, y el agua que volaba en toda dirección, no lo distrajeron de su verdadero objetivo: sujetar la mano de Luna.

Tal y como lo había dicho el Capitán Willem, sólo Dios sabía en qué dimensión y en qué tiempo terminaría alguien si se perdía en los interiores del Torbellino. Y si el destino de Luna iba a depender de ello, no dejaría que se perdiera sola. Ya encontrarían el modo de volver. Pero lo encontrarían juntos, y eso era lo que importaba. No dejarla sola.

Antes de que Luna entrara en una de las ráfagas de agua, Max logró tomar su mano. Ambos estaban gritando, pero nadie podía oírlos. La brusquedad y magnitud de la fuerza que tenía el Torbellino no les permitían hacerse notar, y aunque pudieran hacerlo, el Holandés ya caía en picada para desaparecer segundos después en las aguas que había por debajo del Torbellino mismo.

Los dos muchachos sufrieron el mismo destino, pasando unos instantes, pero no siguiendo el camino del barco. Con rapidez, los dos se aferraron el uno al otro, para que al final, ambos fueran absorbidos por la penumbra.

El frío fue lo que despertó a Max.

No sabía dónde estaba, ni qué estaba pasando a su alrededor, pero lo único que tenía en mente era la imagen de un enorme torbellino, por donde un barco de gran tamaño caía por sus niveles de ráfagas para desaparecer bajo el agua tras un increíble impacto con el mar.

—Cuidado con la cabeza —una voz que no conocía le estaba dando órdenes a otra persona que parecía estar justo a unos centímetros de él—, ya casi llegamos. Bajemos la camilla.

¿Camilla? ¿Acaso había tenido un accidente? No sentía ningún golpe en su cuerpo, o que le doliera alguna articulación. De hecho, lo último que recordaba era estar cayendo por los aires, a una velocidad increíble, entrando por uno de los conductos de aire del Torbellino. Sí. Lo recordaba.

¡El Triángulo!

Max se sobresaltó de golpe, y logró ver que a su alrededor había dos paramédicos, intentando calmarlo por la reacción que estaba teniendo.

—¡Wow!

—¡Chico, chico!

—¿Max? ¡Calmado! ¡Estás bien!

—¿Qué pasó? —gritó Max. Lo estaban bajando de una ambulancia, en lo que parecía ser una calle pacífica—. ¿Qué pasó con el Holandés? ¡Dylan! ¡NO! ¿Y Luna?

—Chico, tranquilo —dijo un tercer paramédico—. ¡Estás bien! Te encontramos en la orilla de uno de los conductos del mar que llevan a la zona habitacional de...

—¿Qué pasó con Ben? ¿Luna está...?

Poco a poco, fue entendiendo lo que estaba pasando. Estaba a las puertas de su casa, y algunos vecinos habían salido para descubrir qué causaba todos esos gritos. Max estaba pálido, y su piel se encontraba helada por el tiempo que había estado en el agua. Sentía la ropa como si la hubieran sacado de una lavadora después de haber estado sumergida durante días.

Tinieblas [Pasajeros #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora