10.~ Despedida

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Después de unos minutos de mantenerla abrazada procedí a dar pésames al resto de la familia y por último venia la peor parte acércame al féretro. Luis estaba aproximadamente a unos dos metros de mí. Me dio una mirada fría y me movió la cabeza indicándome que caminara. Yo seguía mirándole y alternaba mi mirada hacia el ataúd, quería salir corriendo. Respire profundo y llegue hasta un costado, estaba la tapa abierta, todo el cajón era color caoba marfil. Saraí estaba maquillada, perfecta, parecía que solo dormía. Llevaba puesto la lusa de encaje negro que tanto le gustaba, la que le había regalado en su cumpleaños pasado. Su piel blanca y tersa, tan joven, tan bella. Comencé a ahogarme. Me apoye en aquel cajón. Las lágrimas corrieron por mi cara y me eche encima del féretro, agarrándome de él. 

-Perdóname, Saraí, perdóname, amiga, ¡¡NO QUISE!!... Yo nunca… ¡¡SARAI!! ¡¡ Yo te MATE, TE MATE!!.-
Luis inmediatamente se acercó a mí, abrazándome con fuerza. Puso mi cara contra su pecho, apretándome para que dejara de grita y comenzó hablar en un tono más alto, para que escucharan los demás.

-Tranquila, linda… Mi amor, no te culpes, no sabías lo que pasaría, pero no fue tu culpa dejar que saliera sola ese día. Era el destino, tal vez las dos hubieran muerto si ibas…

Las piernas se me hicieron lana y caí, antes de tocar el suelo, Luis me tenía por el talle sostenida, me tomo en sus brazos y me saco. De inmediato alguien le ofreció algo para darme de beber y un lugar donde acostarme, pero el gentilmente rehusó la oferta, llevándome a su auto. Me puso en el asiento delantero, coloco el cinturón de seguridad y manejo rápidamente.
Cuando desperté no sabía dónde estaba, todo era oscuridad, la cama mullida, cálida me moví varias veces para terminar de despertarme. De inmediato se prendió una luz a mi costado. Estaba Luis a mi lado acostado, la radio reloj marcaba la una de la mañana. La cabeza me dolía demasiado.

-Amor, despertaste… ¿Estas bien?

-S-sí, ¿Cuándo ser el funeral de Saraí? - Tenia la noca seca y pastosa, me costó hilar palabras.

Él se para y camino hasta la mesita de noche que teníamos en la habitación, no pude ver bien que hacía, pero al cabo de unos minutos volvió con una jeringa. Se acercó a mí y beso mi frente.

-Te voy a poner esto, nena, para el dolor de cabeza y para que descanses.

Tomo mi brazo y de mano muy ligera me inyecto a la vena. Terminando esto acomodo mi cojín tras mi cabeza y me tapo me puso un catéter en el otro brazo y colgó una bolsa de suero, yo no tenía fuerzas para decir nada y los parpados me pesaron cada vez más.
-Laura, el funeral fue hace dos días, llevas tres días durmiendo. He dicho a todos que estas con colapso nervioso, depresión y medicamentos, así te has evitado preguntas de policías, parientes y demás.
Tu madre también ha venido a verte. Tuve que presentarme solo, pero dadas las circunstancias ella agradece que este a tu lado, además sabe que te puedo cuidar bien, no en vano mis estudios de paramédico sirven en estas ocasiones.

Me dio una sonrisa torcida y beso mis labios, parpadeé dos veces más y caí nuevamente en un profundo sueño.
Ya había pasado más de un mes de lo sucedido, la policía dejo de preguntar y se decidió a ver también a las otras dos víctimas, sin encontrar evidencias que me inculparan. Aún no habían llegado a encontrar los miembros cercenados ni daban con el vertedero. Yo hice mi vida con Luis, no podía dejar de pensar y tener horrendas pesadillas por las noches, pero de a poco el dolor se iba atenuando. A veces me aterraba pensar en despertar a lado de Luis muerto también a manos mías por el picahielos.

-Hola preciosa, ¿Qué piensas?, estas tan callada, no pareces una feliz y entusiasta novia, nos casaremos en dos días, ¿o te arrepentiste? -Le sonreí con una sonrisa pícara y torcida.

-No te libraras de mi tan fácilmente. Luis, seré tu esposa y nadie nos va a separar. -El también sonrió a medida que me apretaba entre sus brazos y me dejaba sin aliento al sujetarme tan fuerte del talle. –¡Abrazo del oso! -Entre risas mi respiración se entrecortaba.

-Claro que nada nos va a separar… Solo esa frase que dice el cura: hasta que la muerte los separe.

-No, amor, eso no pasara tampoco. –
Nos besamos largo rato, estaba tan enamorada, él había logrado salvarme de mi desgracia, de mi sino como asesina.

-Oye, me dijo tu hermana que harán una despedida de soltera para ti en un club de Providencia, así que te libero por esta noche, pero prométeme que te cuidaras y que me llamaras si me necesitas. -Hice una mueca de disgusto.

-No quiero ir, no quiero salir, aun me da miedo.

-Laura, debes superar esto, no estarás toda la vida escondida. Anda, te vas a divertir, es tu última noche de soltera. Yo por mi parte me voy con mi suegro y otros amigos a disfrutar de unas copas y de recrear la vista por ahí, pero llegare temprano. -Tomo mi mano y beso mi muñeca, suave, delicado, mis hormonas bailaban una rumba cuando hacia esas cosas delicadas y sensuales.

Él era mi hombre perfecto, éramos cóncavo y convexo. Un puzzle de solo dos piezas, él y yo. Nos quedamos en la cama un rato haciendo el amor antes de salir.

Mi hermana había arrendado el club solo para nosotras. Fueron muchas de mis compañeras de universidad y hasta unas que las enseñanzas medias se habían presentado. Me sentí feliz por esas horas, conversé, me sentí joven nuevamente y tomé demasiados tequilas, porque todas tenían que hacer un ‘salud’ con la novia.

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criminal MindDonde viven las historias. Descúbrelo ahora