19.- Dolor

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Abrí los ojos, la luz de Luna entraba por ventana, ayudando a alumbrar el cuarto aquel. Moví mis manos y las correas estaban muy apretadas, me lastimaban. Respire profundo varias veces para calmar mi angustia. Ya no sabía que era real y que no, ¿Luis estaba muerto?, ¿yo era la muerta?, ¿él era el asesino? O ¿yo lo era? Quería dormir y no despertar más.

Las puertas se abrieron nuevamente, mi corazón se agitó; el miedo ya estaba metido en mis huesos.

- Vamos muchacha, el doctor Nash indicó que te diéramos un baño y de comer, debes de estar contenta que tenga esas deferencias contigo a pesar de lo malcriada que has sido con el.

Esa mujer hablaba mientras me sacaba las correas. Me desvistió y yo no tenía fuerzas ni para pararme. Cuando estuve desnuda, ella llamó a un hombre que me cargo hasta un baño cercano que tenía ducha, me sentaron en un sillín de plástico, el agua estaba helada, casi me caigo con la presión que salió, era demasiada coloqué mis manos sobre la cabeza. La mujer me Jabono el cuero, me lavo el cabello. Esto era tan denigrante, llegar al punto en el que me bañaran. Mi mente escapó de ese lugar y volé a mi casa, la última vez que mi madre me baño yo estaba en la tina, ella jugaba con la espuma por mis cabellos, me sentía tan contenta, jugábamos con un muñeco de plástico y otros juguetes de goma, ella reía y mi corazón era feliz e inocente a mis seis años, todo era maravilloso,¿qué pasó?

- Ya está lista, ¡Cierren la llave!

Yo tiritaba. De golpe me había vuelto a esta cruda realidad. Me seco y puso un camisón limpio. Volví a mi cuarto; en una mesita cerca de mi cama había sopa y pan, creo que no había comido nada sólido desde lo ocurrido, notaba mi cuerpo más delgada.

- Tómate estas pastillas y clme un poco, despacio, porque tu estómago debe acostumbrarse otra vez.
Recibí las pastillas y las tragué con el agua dado por la mujer. Mi voz había desaparecido y mi voluntad también. Antes de que ella dejara la habitación hable.

- Dígame ¿Porque estoy acá?, ¿cuando me dejaran ir?

- Ay niña, es una pena ver a una chica joven y tan perturbada. No saldrás de acá por mucho tiempo y si lo hicieras tendrías que irte a la cárcel por muchísimos años.

- Yo no mate a nadie... se lo juro, fue Luis, el mató a todas esas personas y segué acá, el se hace pasar por doctor, ustedes le dicen doctor Nash, pero es Luis.

- Niña, clme y descansa; el doctor Nash vendrá a verte más tarde.

-No por favor no deje que se acerque a mi, ¡Por favor! Llame a mi madre, ¿no ha venido nadie de mi familia?

-Te conviene muchachita, pórtate bien con el doctor Nash. Él es el único que te puede ayudar y gracias a él tienes tratos especiales. Y de tu familia, ni hablar, estás incomunicada, eres un asesina peligrosa, no tienes visitas.

Sentí que el corazón se me partía en dos. Mi madre,¿qué estaría pensando de mi?, ella tan católica, donde estaban los valores que me inculcó, eso seguro se repetía una y otra vez.
Tome dos cucharadas de la sopa y aparte el plato. Solo quería morir. De que habían servido mis estudios a punto de graduarme de medicina, hubiera sido una gran doctora, siempre fui la más aplicada, la primera de mi clase. Solo volví a llorar, llevé las manos de mi rostro para cubrirlo y tapar este horror, sentí mis dedos ásperos por mi cara. Mire mis manos con paciencia y pude ver que no tenía huellas táctiles, seguro el fuego de la caldera me las había borrado. Quede pegada a la luna y una idea sutil, fácil se me vino a mi mente... Matar a Luis, no quedarían huellas de qué yo fui, ¡no tengo huellas! Me dije... y comencé a reír.

El tiempo pasaba y yo no sabía cuán rápido o lento se iba. La luna estaba en lo alto debía ser de madrugada, me dolía el estómago y soñaba un concierto en el, pero no tenía hambre, un nudo se apretaba cada vez más dentro de mi.
La puerto sonó nuevamente escuché unas voces que no pude distinguir, me mantenían sedada todo el tiempo, estaba acostada en mi cama mirando hacia la ventana, dando la espalda a mi visitante.

- ¿Como estas linda? ¿Te han tratado bien?

Mis manos se apretaron demostrando que estaba alerta, incluso dentro de mi letargo reaccionaba al oír su voz.

- Veo que tan bañado como lo pedí... eres mi consentida, ya te lo dije, no dejare que te lastimen, ese placer es solo mío.

Yo me quede quieta, solo escuchaba, no quería mover ni un músculo, únicamente esperaba saber que venía a buscar o que me iba a decir. Sentí sus manos por mi pelo y su aliento en mi nuca.

-Te deseo Laura, te voy a tener ahora, siente mi erección queriendo romper tu ropa, tu piel.

Yo comencé a llorar y el tapo mi boca con su mano y algo buscaba a su lado. Luego puso un pañuelo sobre mis labios y me volteó boca abajo, la cara de costado para no ahogarme. El sentado a las alturas de mis caderas no me permitía moverme, tomo una de mis muñecas y puso la correa, luego el mismo procedimiento con la otra. Ahora si estaba a su Merced.

- Así... mi hermosa loquita, quédate quieta y esto será placentero para ambos, solo deja que te ame.

Subió mi camisón y sus manos rozaron mis muslos a medida que iba levándolo, su respiración era más fuerte y su voz denotaba todos de admiración, como si estuviera descubriendo un tesoro. Luego siguieron sus manos por mis nalgas, siguiendo el contorno hasta llegar a mi espalda. El de recostó sobre mi y se frotaba. Entre mis llantos, el baño, el paño en la boca y el asco yo sentía que me asfixiaba, rogué por desmayarme, pero Dios se había olvidado de mi, hasta los sedantes que me habían dado estaba dejando de hacer efecto, sentía con todos mis sentidos puestos en la asquerosidad que estaba por suceder.

- Te deseo tanto, llevo muchos días sin tu cuerpo, solo pensándote, querido estar dentro y hacer llorar de placer... pero bueno, dada las circunstancias, solo tendré que gozar con una muda.

Se bajo los pantalones y se acomodó hasta poder penetrarme desde atrás, mi cuerpo era de muñeca de trapo no me movía, no sentía, no quería, ya las lágrimas se me habían secado y mis puños y dientes estaban apretados , mientas él seguía su bestial ritmo y yo me imaginaba mil maneras de matarlo. Un largo quejido y el parar abrupto de su cuerpo me indicó que la tortura había acabado.

- Oh, sin duda me encanta encariñarte así. Tan apretada, tan tibia tu entrada, tan mojada. Uf quiero otra vez, pero dejaremos algo para otro día, mi preciosa loquita.

Yo me mantenía sin pestañear siquiera, el de paro, limpio y arreglos sus ropas. Luego abrió su maletín y sacó un paño y agua para limpiarme, abrió bien mis piernas y el paño lo introdujo en mi vagina lo más hondo que pudo. Sentí dolor.

- Así bien limpiecita, no debe quedar rastro de mi semen... si, se que fui descuidado, pero necesitaba sentir tu interior, un condón le quita la magia a todo, ¿no crees?... Ah, perdón, verdad que no puedes responder.

El siguió sin ningún cuidado, el dolor me hizo transpirar, hasta que por fin terminó.

- Ya lista, aquí no ha pasado nada.

Me saco el pañuelo de la boca y las amarras. Yo seguí en la misma posición.

- Vamos, ¿estás molesta? No me digas que no te gusto... se que si te gusto, te he escuchado muchas veces gemir de placer.

Yo solo moví la cabeza hacia la muralla, no quería mirarlo.

-¿Estas enojada loquita?... ¿Quieres que te cuente mi plan para nosotros?

criminal MindDonde viven las historias. Descúbrelo ahora