Capítulo 19: Mi Mundo Cayendo A Tus Pies.

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Laura salió de la tina y se envolvió el cuerpo con una toalla, al mirarse en el espejo sintió lástima por lo que veía. Una mujer demacrada y ojerosa, con la mirada, que una vez había brillado de felicidad, apagada y triste.

No se reconocía, ni siquiera parecía tener casi veinticuatro años.

Se ajustó el nudo de la toalla y salió del baño, miró la cama en la que llevaba más de dos semanas durmiendo sola, y esas almohadas que eran testigos de sus lágrimas, de su dolor.

Caminó hasta llegar al closet, abrió la puerta sin ganas, lo único que la motivaba a seguir era esa vida que se estaba gestando en su interior.

Se vistió rápidamente y decidió salir a dar una vuelta por el patio, hacía días que no salía a tomar aire fresco.

Mientras bajaba las escaleras escuchó unas risas, sonrió levemente, los amigos de Héctor sí que la pasaban bien.

Se detuvo en la puerta de la cocina y observó a todos los presentes. Derek fue el primero en notar su presencia.

-Buenos días, señorita –La saludó con una sonrisa- Que bueno que decidió salir.

Ale, Guido, Mariano y Walter se voltearon a verla. Ella se acercó lentamente y tomó asiento, pronto un plato con frutas picadas le pusieron delante, lo observó detenidamente, no tenía apetito pero hizo un esfuerzo, por su bebé y para no hacerles el desaire a los chicos.

Todos continuaron hablando de lo más bien, la castaña permanecía en silencio, no prestaba ni la mínima atención al asunto, sólo pensaba en su papá, su mamá, Esteban, sus amigas, la vida que dejó en Chicago.

¿Valió la pena haber dejado todo aquello?

**

Héctor estacionó la camioneta frente a la casa, apoyó la frente en el volante y respiró hondo, había hecho muchas cosas en su vida, jamás tuvo miedo de jalar el gatillo o golpear a alguien, pero esto lo superaba.

Al bajarse sintió que alguien lo observaba, se giró a simular que buscaba algo dentro del vehículo, miró a su alrededor y tomó la pistola que siempre tenía debajo del asiento, la guardó dentro de su abrigo y cerró la puerta.

Esa mansión no tenía árboles cómo la de Chicago (Tanto que parecía abandonada), pero de todos modos había algunos lugares para ocultarse.

Sacudió la cabeza.

-Ya estoy paranoico –Murmuró y subió los escalones de la entrada-

Tocó el timbre, sonrió de lado, tenía que llamar la puerta de su propia casa.

A los pocos segundos fue atendido por Derek. El chico se mostró sorprendido de verlo allí.

-Señor...

-No hables tan alto, permiso –Entró sin más-

-Adelante –Murmuró el jovencito-

Héctor no perdió tiempo y se dirigió hacia donde se oían las voces, la cocina. Todos estaban hablando y riendo, pero al entrar Héctor se produjo un silencio.

Laura estaba de espaldas a él, su melena castaña atada en un moño flojo que lo tentó a desatarlo, era increíble las cosas que esa mujer le provocaba.

Cuando ella se volteó y sus miradas se encontraron, el resto del mundo desapareció.

Se miraron por unos segundos hasta que Mariano habló.

-¡Al fin regresas hombre! –Exclamó y se acercó a palmearle el hombro. El pelinegro le sonrió levemente-

Laura volvió a darle la espalda mientras sus compañeros le preguntaban donde había estado todo ese tiempo y cosas así.

~Sueños, Sangre Y Pasión~ #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora