Capítulo 20: Sólo Preguntas.

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-Mamá, te traje tus medicamentos.

-¿Medicamentos? ¿Qué medicamentos? –La mujer se pasó la mano por el cabello de manera inquieta- Yo no necesito medicamentos.

-Sólo es una pastilla para que te tranquilices –El chico se sentó en la cama- Sabes que es por tu salud.

-¡Yo no necesito nada porque estoy tranquila! –Elevó la voz, comenzaba a alterarse-

-Mamá, no estás nada tranquila –Le tendió el vaso de agua- Sólo tómate la pastilla, no compliques mi corta existencia de casi dieciséis años.

-Tu no me entiendes porque eres un niño –Sus ojos se aguaron- Nadie aquí me entiende.

-Si te entendemos, a mí también me duele lo que pasó, pero hay que afrontarlo.

-Todo esto es culpa de esa maldita, la odio, la odio –Sollozó con fuerza y aferró las sábanas entre sus manos- Tu padre está muerto por culpa de ella.

-¡Mamá! –Esteban se puso de pie- Eso no lo voy a permitir, Laura no está aquí para defenderse, deja de acusarla, ¡Enfermera! –Llamó-

-¡No, no, no! ¡Espera! ¡No la llames! –Maricela intentó lanzarse sobre su hijo pero en ese momento entraron dos mujeres vestidas de blanco, una de ellas con una jeringa en la mano-

-No quiso tomarse la pastilla –Informó el chico-

-Tendremos que inyectarla, está muy alterada –Dijo la enfermera morena-

-¡Yo estoy bien! ¡Yo estoy bien! –Repetía Maricela con el rostro bañado en lágrimas-

La otra enfermera era pelirroja, ella tenía la jeringa con la cual sedó a la señora Suárez, sumiéndola, a los pocos segundos, en un profundo sueño.

Esteban se acercó a su madre y le secó las lágrimas.

-No mamá –Murmuró- Tú no estás nada bien –Suspiró-

Luego salió de la habitación, mientras bajaba las escaleras pensaba en todas las cosas que le habían sucedido a su familia en esos últimos dos años.

El secuestro de Laura, la muerte de su padre, el regreso de su hermana y su nueva desaparición.

Llevaba meses sin saber nada de ella, hasta pensó que quizás estaría... Muerta.

La policía no avanzaba en la investigación, lo único que lo mantenía esperanzado era el hecho de que no habían encontrado cadáveres, pero el tiempo seguía pasando y le aterraba pensar que jamás volvería a ver a Laura...

Se acercó al ventanal de la sala, corrió un poco la cortina y miró hacia el patio delantero, donde mataron a su padre. Se recostó contra el marco y sus ojos comenzaron a humedecerse, parpadeó varias veces intentando no derramar ni una lágrima, pero, como siempre, éstas terminaron ganando la batalla y se derramaron por sus mejillas al igual que cataratas.

En eso sonó el teléfono, asustándolo. Se pasó las manos por el rostro y se acercó a contestar.

-Casa de la familia Suárez, ¿En qué puedo servirle? –Oyó una profunda respiración al otro lado-

**

Laura cerró de un portazo, la habitación que antes había compartido con Héctor se encontraba revuelta, el closet estaba abierto y la ropa colgaba de él. Frunció el ceño, tomó un short que solía usar para dormir, justo en ese momento el pelinegro salía del baño con una toalla alrededor de las caderas, se detuvo y la observó con una ceja enarcada.

~Sueños, Sangre Y Pasión~ #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora