Capitulo 5

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No sabía que responderle, quería besarle, y él también a mi, asíque acortó las distancias y juntó nuestros labios. Era un beso suave, ambos lo disfrutábamos.

—Vale, ahora si que me gustan tus labios—rió

—Y a mi los tuyos—comenté sentándome a horcajadas de él—. Aunque tengas dientes de conejo.

—No tengo dientes de conejo—hizo una mueca y después se repasó los dientes con la lengua.

—Si que los tienes—. me volvió a besar, y esta vez, mordió mi labio—. Si los tienes—repetí.

—Anda cállate cara garbanzo.

—¿Sí? Pues bien que te gusta la cara garbanzo.

—Me encanta—dijo antes de unir nuestros labios.

Era un beso largo y profundo, que se fue intensificando, se quitó la camiseta y me miró pidiendo permiso para quitarme la mía. Dudé por un momento, me daba vergüenza que viera las cicatrices, pero asentí.

Al quitármela, al principio, no se dio cuenta. Empezó a acariciarme el costado y fue entonces cuando lo notó, así que paró de besarme.

—¿Y esto?—preguntó pasando su dedo por la cicatriz. Bajé la cabeza avergonzada—Eh, Carla... No te avergüences...

—Es del orfanato. No lo pasé muy bien que se diga. Unos me pegaban, otros me maltrataban... Fue duro—dije hundiéndome en el hueco de su cuello y su hombro.

—Eh, pero eso ya pasó. Si yo hubiera estado ahí, no te hubiera pasado nada, y ya no te va a pasar. Escúchame, mira, si no te hubiese pasado eso, no estarías aquí, conmigo, con Antoine Griezmann...

—Y su ego...—Reí y me quité una lágrima.

—También, también—rió—Pero no te avergüences de tus cicatrices, ellas representan el pasado, tu historia, y también que ya lo has superado. Todo lo que has hecho, te ha llevado hasta aquí, eres muy fuerte Carla. Siéntete orgullosa—volvió a besarme y sonreí en mitad del beso.

— Gracias, Antoine.

—Anto—corrigió.

—Anto—reí.

Pasé el resto de la tarde con Anto, se estaba muy bien con él, eso sí, si no estaba su ego por medio.

Se fue sobre las ocho y media, y en cuanto el se fue, mi móvil comenzó a sonar; era Sara. Decía que nos fuésemos hoy las chicas a cenar, y aunque estaba cansada, acepté.Las acababa de conocer, y ya me habían acogido, así que, como no, decidí de ir.

Me pasaban a buscar a las nueve y cuarto, por lo tanto, tenía cuarenta y cinco minutos para prepararme. Por suerte, era rápida.

A la hora acordada las chicas ya estaban en la puerta, bueno miento, diez minutos más tarde. Conocí a María, la cuñada de Sara y hermana de Saúl, era pareja de Koke desde hacía dos años, estaban muy enamorados, se les veía muy bien juntos.
Gracias a Dios, el coche de Luna era de siete plazas, y cabíamos todas.

—¿A dónde se supone que vamos? Porque aquí la Sara no me ha dicho nada.

—Es que a mi no me lo dijo Amil—se excusó.

—Ni a mi Lucía.

—Eh, eh, que a mi María no me lo dijo.

—¿Noa..?—Preguntó Maria.

—A mi Luna si que me lo ha dicho, pero no me acordaba y no lo dije. Mía culpa—río la gallega.

— vamos al Malaquita. ¿Has ido alguna vez Carla?—preguntó sin desviar la vista de la carretera.

—No, la verdad.

—Pues ya verás, tienen una comida...—comentó Amil babeando, todas miramos y reímos, todas menos Luna.

—¿Ya estás mejor María? Si te dolía la tripa, igual ir al Malaquita...—comenté riendo.

—No, no, ya estoy mejor.

—Claro, Koke le ha dado energía—dijo Sara.

—O se la ha quitado—comentó Lucía.

—Las dos—confesó—pero seguro que mi hermano también...

—Si, si, también tiene lo suyo—río Sara—. Es más, recuerdo una vez...

—Vale, vale, quiero seguir con una buena imagen de mi hermano—rió—. Bueno, la mejor que se pueda.

—¿Que has hecho esta tarde doña Carla?—Preguntó Lucía

—Pues mirar, mi padre, Carla y France, se vinieron a comer, aclaramos lo del viaje, que me voy en dos semanas, y todo eso. Ah y también he ido a la uni y, ¿sabéis donde haré las prácticas?—pregunté emocionada.

—¿Donde?—Preguntaron todas.

—En... El... ¡Club Atlético de Madrid!

—Enhorabuena Carla—dijo Amil.

—Enhorabuena fisioterapeuta —comentó esta vez Noa.

Aparcamos, salimos del coche y entramos al restaurante.

—¿Y que has hecho hasta las nueve?

—Maria la cotilla la llamaban—reí—Pues... Haber...—Vino el camarero, pedimos y luego seguí—Antoine vino a mi casa, así sin avisar—hice una pausa, y vi que todas me miraban atentas, o pervertidas—. Vio donde iba a hacer las prácticas, y cuestionó mi cualificacion. Le hice un masaje, y al levantarme me resvalé con la alfombra y me caí encima suya, y pues nos besamos.

—¡Lo sabía!—gritó Lucía—Me debes nubes congeladas, te perdono el peinado.

—No estamos juntos—Aclaré

—Me da igual, me lo debes, ya te he perdonado algo eh...

—Hoy esta generosa, eso es que con Lucas...—comentó Amil y esta se puso roja.

—¿Pasó algo más?—Asentí y les conté lo de las cicatrices y todo.
Las chicas me apoyaros. Llevaba poco con ellas, pero habían demostrado que valían la pena.

Pasamos la cena tranquilas, entre risas, charlas... A eso de las once y media, terminamos de cenar, y las comente de ir a mi casa a tomar algo. Todas aceptaron.

Ya en el coche, comenzamos a hablar.

—Pues el camarero...

—Si, si—comentó Sara.

—¡Oye! Que tenéis novios por favor—Dijo Lucía.

—No, No, si lo decíamos para Carla—aclararon.

—¿Para mi?

—Si, si, no te ha quitado el ojo en toda la cena.

—Anda ya,Noa.

—No chicas, no. Carla ya tiene a Antoine—dijo Lucía—No me la mareéis.

—Yo la sigo viendo con Josema—comentó Amil indiferente.

—Pues yo con el camarero—dijo María.

—Y dale. ¿Queréis dejar de emparejarme? Estoy muy bien así.

—claaaro, porque estás en algo con Antoine.

—La madre que te parió Luna—sonrió inocente.

—¿Y esto es un coche?—pregunto Lucía.

—Si, mira, ahí está el volante, las puertas, y donde estás sentada se llama asiento—comenté riendo, risa que contagié a todas.

Llegamos a casa y nos tomamos algo hasta la una y media, que se fueron.

Estas chicas valían la pena.

Secrets || Antoine Griezmann||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora