Como era de esperarse, todo el mundo sabía que Andy y Sostoa se habían peleado. Era muy difícil guardar un secreto, más cuando el rumor en los pasillos era que el pibe nuevo le había dado una paliza a Sostoa. El mencionado no comentaba nada al respecto, pero si alguien se atrevía a insinuar que él había perdido, acaba llevándose la paliza de su vida. En cuanto a la situación conmigo, nos cruzábamos en clase o en los pasillos casi a diario, pero Andy estaba tras mi espalda prácticamente todo el tiempo, y Sostoa solo se atrevía a balbucear cosas cuando ya estaba lo suficientemente lejos de nosotros. Jamás pensé vivir para verlo asustado, así que la situación se me hacía hasta chistosa.
Ese viernes, la profesora de matemáticas faltó. Los viernes eran los días más tediosos para mí porque teníamos dos horas de esa materia, así que cuando faltaba era un alivio.
Nos fuimos al patio y nos sentamos en el semi muro con rejas altas que separaba la cancha de fútbol, donde algunos de nuestros compañeros estaban por comenzar un partido. En eso, vimos salir a Sostoa con algunos compañeros de clase. Iban todos hacia la cancha, donde algunos alumnos de cuarto estaban por empezar un partido de fútbol. Su profesora de matemáticas era la misma que la nuestra, y cada vez que ella faltaba, corrían las horas para que tuviéramos libre todos al mismo tiempo.
—¡Nosotros jugamos!—les gritó Sostoa, saltando la reja para llegar a la cancha.
Sus compañeros lo siguieron y al cabo de un rato, luego de armar los equipos, comenzaron el partido.
—Mejor, que se entretenga así no se pone a joder —comentó Andy, llevándose un pedazo de tarta de jamón y queso a la boca—. Todavía me duele lo de la última vez —habló con la boca llena—. Los brackets me lastimaron toda la boca encima.
—¡Tragá antes de hablar, asqueroso! —Le di un manotazo entre risas—. Vi toda la comida masticada en tu boca.
—Uy, qué delicado. —Tomó la botella de jugo y bebió un buen sorbo—. ¿Qué vas a hacer esta tarde?
—Lo mismo de siempre, aburrirme como una ostra. Hace frío, no hay ganas de ir a la plaza o salir por ahí.
—¿Y a mi casa?, tengo calefacción, ¿te sirve?
Su característica sonrisa de lado me hizo poner colorado.
—Sí... —respondí tímido, desviando la mirada para evitar ver su expresión triunfadora.
En ese momento, un pelotazo rebotó contra las rejas. Sostoa estaba parado en el medio de la cancha, con una sonrisa de oreja a oreja. La mirada de Andy cambió radicalmente.
—Dejalo, Andy, quiere llamar la atención porque está rodeado de gente.
—Sí, bueno, pero que vaya a otro lado a hacerse el canchero. —Chasqueó la lengua, guardando la comida en la mochila—. Vámonos a la biblioteca antes de que me termine sacando de quicio.
—Qué poca paciencia tenés, Rambo —Comenté, colgándome la mochila al hombro.
Estábamos llegando a la puerta, cuando un pelotazo me golpeó de lleno en la nuca. Caí de bruces al suelo, pero atiné a poner las manos para amortiguar la caída.
—Perdoná, García, creo que la pateé demasiado fuerte —me gritó Sostoa, compartiendo risas con los demás.
Yo me levanté con dificultad y busqué a Andy rápidamente. Sabía que el chistesito tendría sus consecuencias, y vaya que no me equivocaba. Andy fue tras la pelota, que se había deslizado hasta el pie de un árbol. Me dejó la mochila y saltó la reja con la pelota en la mano. Cuando estuvo a medio metro de Sostoa, se la tiró con tal fuerza que de haberle pegado en la cara, de seguro le partía la nariz o le bajaba un diente. Sostoa la atajó en el pecho; los demás se alejaron, formando un círculo que los dejó a ambos en medio.
ESTÁS LEYENDO
Andy
Non-FictionEric García es un chico de quince años que es acosado por Martín Sostoa, un bravucón de su clase que hace de su vida un infierno. Eric deberá superar sus miedos e inseguridades para enfrentar a su agresor, pero al conocer a Andy, conseguirá mucho má...