Ese lunes llovía a cántaros.
Como todos los días, Daniel me estaba esperando en la puerta del liceo, refugiándose bajo el techado. Subí corriendo las escaleras de la entrada y cerré el paraguas cuando entramos. Algunos estudiantes se paseaban por los pasillos, mirando por la ventana la tormenta que oscurecía el cielo. El adscripto nos avisó que esa tarde la profesora de matemática faltaría de nuevo.
Nos quedamos cerca de la puerta para esperar a Andy, quien llegó unos cuantos minutos después, con el abrigo empapado.
—¿Cómo no trajiste un paraguas? —le reproché.
—La lluvia me agarró a mitad de camino, pensé que la tormenta se iba a aguantar un poco más.
Rápidamente me saqué mi abrigo y se lo di. Daniel nos miraba serio, evidentemente molesto por nuestro amiguismo y la cercanía que había entre ambos.
Decidimos subir a la clase cuando el adscripto prendió la calefacción. Por lo general, la mayoría de nuestros compañeros se quedaban abajo, jugando a la pelota en el patio interno, o usando las computadoras de la sala de informática, pero ese día se prestaba para acurrucarse en algún rincón y quedarse ahí hasta que pasaran las horas libres.
Andy como siempre, subió las escaleras corriendo y llegó primero que nosotros.
—Acaban de salir dos de cuarto del salón —nos avisó cuando lo alcanzamos, señalándonos a los dos muchachos que se metían a uno de los salones de enfrente, riéndose a carcajadas.
—¿Qué hacían? —preguntó Daniel, serio.
—No sé, solo los vi salir.
Escuchamos risas y unos cuantos comentarios dentro del salón, pero no supimos qué era lo que estaba pasando hasta que entramos; en ese momento deseé nunca haberlo hecho. En la pizarra habían puesto en letra gigante «Eric García el puto de 2do» y alrededor, pequeños mensajes de odio y amenazas dirigidas hacia mí, Daniel, y algunas hacia Andy.
—¿Quién puso esto? —les preguntó Dani a los que estaban allí.
—No sé, yo no vi nada —dijo una chica.
—Cuando llegamos ya estaba escrito —se atajó otro, sin dejar de sonreír.
—Eso es mentira. Vi salir a dos de cuarto, fueron ellos, ¿no?
Varios encogieron los hombros, otros simplemente no respondieron. Yo solo me quedé parado allí, escuchando de soslayo los comentarios que seguían haciendo, como si yo no estuviera, como si no existiera o no me afectara en lo más mínimo. En ese momento me di cuenta de cuán indiferentes podían ser las personas. Supe lo poco que les importaban los sentimientos de otros. Lo único importante era divertirse sin importar las consecuencias. Llegué a escuchar algunos comentarios más: «solo es un chiste», «no sean tan sensibles». La forma en la que minimizaban los actos de violencia me ponía enfermo, realmente no conseguía entender cómo se divertían con algo tan patético.
—Voy a llamar al adscripto —dijo Daniel, pero Andy lo frenó en la puerta.
Todos guardaron silencio cuando se acercó al pizarrón y con un giz empezó a escribir algo. Compartimos la expresión de sorpresa cuando terminó de escribir, y se alejó del pizarrón con una enorme sonrisa. Entre medio de los mensajes de odio, había escrito «Erandy x100pre», «AndyxEric es real» y hasta se había tomado la molestia de adornar aquellas frases con algunos corazones.
Nadie hizo ni un solo comentario al respecto.
Luego se nos acercó, me abrazó por el cuello, luego de darme un ruidoso beso en la mejilla. Agarró mi mochila, se la colgó al hombro y me sacó del salón.
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Andy
Non-FictionEric García es un chico de quince años que es acosado por Martín Sostoa, un bravucón de su clase que hace de su vida un infierno. Eric deberá superar sus miedos e inseguridades para enfrentar a su agresor, pero al conocer a Andy, conseguirá mucho má...