El nuevo rumor era que Andy y yo éramos novios. Todo el mundo seguía sin dirigirme la palabra, pero ahora, parecían haber planeado una tregua silenciosa que por supuesto, yo agradecí infinitamente.
Hasta que Andy apareció en mi vida, me sentía tan vacío e inseguro que no sabía si podría seguir adelante y soportarlo, pero en cuestión de dos meses —o quizá un poco más—, las cosas habían cambiado tanto y de forma tan drástica que ni yo mismo podía creerlo.
Seguí yendo a la psicóloga porque sabía que aún tenía cosas por mejorar. Yo era una persona muy inestable a nivel emocional, solía prestar demasiada atención a las críticas y a los comentarios despectivos. No tenía autoestima, me quebraba con mucha facilidad, y cuando eso pasaba, las crisis de pánico eran inevitables; era en lo que estábamos trabajando. Tenía que reconstruirme a mí mismo y para eso debía dejar todo lo que alguna vez fui. No había nada que me sirviera del viejo Eric, porque ese Eric se odiaba a sí mismo. Comencé a construir una fortaleza con cimientos fuertes; me apoyé en las pocas personas que estuvieron ahí para mí todo el tiempo. La psicóloga estaba muy contenta con el cambio radical que había tenido, y al preguntarme cuál había sido el motivo de mi mejora, la respuesta fue muy clara: Andy.
—Che, suricata, ¿estudiaste para la prueba de mañana?
—¿Cuál prueba? —bromeé, pero me delaté al soltar una carcajada cuando vi la cara de molestia que puso Andy.
—¿Cómo que cuál prueba?, la de historia, gil, me dijiste que el semestre pasado tenías baja esa materia.
—Sí, estudié. Ya te dije que este mes voy a subir todo.
—Ese es mi chico, así se habla.
Me removí inquieto en el pupitre. Llevaba días tratando de hablar con él sobre los rumores, pero no me animaba a sacar el tema, no sabía ni cómo empezar. Todavía estábamos solos en el aula; faltaban veinte minutos para que tocara el timbre. Ese día hacía un frío de los mil demonios, y el único sitio más o menos calentito era nuestro salón.
—Andy, em..., quería hablar sobre algo contigo.
—Soltalo. —Se levantó para buscar una cajita de chicles en el bolsillo de sus pantalones de mezclilla, y cuando encontró lo que buscaba, volvió a sentarse, apoyando los pies en mi pupitre—. ¿Querés? —preguntó ofreciéndome un chicle.
—No... —Tomé aire, y me preparé—. ¿De casualidad escuchaste lo que andan diciendo?
—Noup —Se metió varios chicles en la boca y empezó a masticar con ganas—. No doy mucha bola, contame.
—Bueno, em... ¿te acordás cuando casi te peleás con Sostoa en la cancha?
Andy asintió, haciendo un globo enorme que explotó y se pegó en su nariz y en sus mejillas.
—Bueno, todos escucharon lo que le dijiste y ahora andan diciendo que vos y yo... —Sentí unas cosquillas en el pecho e hice una pausa.
—¿Qué vos y yo qué?
—Que... Somos novios.
Hubo un momento de silencio mientras Andy trataba de despegarse el chicle de la nariz. Yo había decidido que lo mejor era no mirarlo para evitar ponerme más nervioso, pero él como siempre, parecía que nada le sorprendía.
—¿En serio dicen eso?, ¿y yo qué dije?
—¿En serio no te acordás? —Suspiré, rendido. Una vez más, Andy parecía vivir en otro planeta—. Dijiste que... si querías me... comías la boca en frente de todo el mundo. Después yo te agarré para que no te le fueras encima y todo el mundo pensó que te estaba abrazando...
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Andy
Non-FictionEric García es un chico de quince años que es acosado por Martín Sostoa, un bravucón de su clase que hace de su vida un infierno. Eric deberá superar sus miedos e inseguridades para enfrentar a su agresor, pero al conocer a Andy, conseguirá mucho má...