El tema principal de charla era el baile de halloween.
Como ya estábamos cerca de la fecha, todas las tardes en la última hora, los profesores de plástica pedían permiso y entre todos nos poníamos a organizar los detalles. Algunos se encargaban de la decoración mientras otros armaban las actividades. Andy se había juntado con algunos de tercero para ayudarlos con los juegos y las rifas. Daniel y yo nos entretuvimos haciendo guirnaldas con papel de diario. El entusiasmo nos invitaba a quedarnos incluso después de hora para ir decorando el gimnasio, que era el lugar donde solían realizarse los eventos grandes.
Los chicos de tercero eran simpáticos, entablamos una charla amena con los delegados y otros colaboradores; las tardes se hacían más cortas y pronto, el gimnasio comenzaba a tomar forma.
Todo iba de maravilla hasta que, una tarde de viernes, nos tocó dos horas libres junto con los de cuarto. Con Dan intentamos mantener a Andy alejado de Sostoa y su grupo, porque sabíamos que Sostoa tenía varios amigos en ese curso, y obviamente no se iban a quedar quietos después del último incidente. Las miradas de soslayo iban y venían, ellos esperaban una reacción de Andy, él intentaba distraerse con nosotros e ignorarlos.
Pasamos la primera hora yendo de un lado a otro para tratar de evadir cualquier situación tensa que pudiera generarse. En la segunda hora, el prefecto nos reunió en el gimnasio para seguir con la decoración, y ahí fue donde las cosas se pusieron todavía peor.
Decidimos irnos arriba del escenario para seguir armando las guirnaldas de diario y pintarlas. En esta ocasión, solo estaban los de nuestra clase y los de cuarto, ya que éramos los únicos que teníamos hora libre.
Estábamos bromeando entre los tres, conversando sobre juegos y otras cosas para que el tiempo pasara más rápido. Mientras Andy colgaba las guías ya armadas, Dan y yo pintábamos los círculos de diario con témpera. En eso, vimos la primera pelota de papel rebotar sobre el escenario, y a esas les siguieron varias más.
—No les hagas caso —dijo Dan enseguida—. Quieren provocarnos para que nos metamos en un problema.
Andy no dijo nada, solo siguió con lo suyo hasta que una pelota rebotó en su cabeza. Saltó del escenario y se fue hacia el grupete que se reía de su hazaña a unos metros.
—¿Qué mierda les pasa?, ¿quieren más problemas?
—Andy, pará, en serio —dije agarrándolo de un brazo—. Sigamos con lo que estábamos haciendo.
—Sí, mejor seguí armando guirnalditas, te salen bastante bien, Vidal.
Como era de esperarse, todos comenzaron a reírse del mal chiste.
—Sí, mejor sigo con lo mío, no sea cosa que termine rompiéndole la nariz a otra de sus gatitas.
Cuando Sostoa escuchó aquel comentario, se giró rápidamente. Me dieron nervios al estómago cuando escuché sus pisadas como un terremoto haciendo eco sobre el suelo de madera lustrada, y en un abrir y cerrar de ojos, estaba parado frente a Andy, con las mejillas coloradas por la rabia.
—Sostoa, cortala, ¿querés que te suspendan o qué onda? —Daniel intervino, metiéndose en medio de ambos.
—Decile al maricón de mierda de tu amigo que se deje de joder.
—Maricón tu puta madre —saltó Andy, sobre el hombro de Dan.
Los demás comenzaron a acercarse de a poco para presenciar la discusión, todos ellos codeándose, compartiendo sonrisas cómplices y risas burlonas.
—¡Rompele la cabeza, Martín! —comenzó uno.
—¡Pelea, pelea, pelea, pelea! —corearon otros más.
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Andy
Non-FictionEric García es un chico de quince años que es acosado por Martín Sostoa, un bravucón de su clase que hace de su vida un infierno. Eric deberá superar sus miedos e inseguridades para enfrentar a su agresor, pero al conocer a Andy, conseguirá mucho má...