Me despierto cuando la alarma de mi móvil suena. Llevo aún la ropa de ayer puesta. Me quedé dormida tras una intensa montaña rusa de emociones. Suspiro mientras me miro al espejo. Me quito las legañas de los ojos y decido darme una ducha.
El agua caliente roza mi espalda dejando mi cuerpo libre de toda la tensión que últimamente deposita. Mientras tanto pienso en que tengo dos opciones. Una es venirme abajo e irme a Mallorca a seguir con una vida con la que no estoy a gusto; la otra es ser yo misma, eso incluye el plan de hoy, colarme en el ayuntamiento junto a Sandra, para vivir feliz, dejando atrás todo mi pasado. Creo que me quedaré con la segunda opción, no tengo ganas de seguir viviendo en una mentira.
Salgo de la ducha y me visto con ropa lo suficientemente cómoda como para cumplir mi misión. Bajo las escaleras y desayuno con mi abuela porque mi padre todavía no se ha levantado. Al acabar cojo la mochila del instituto para simular que es allí hacia dónde me dirijo, cuando en realidad, voy al parque donde he quedado con Sandra.
Al llegar, veo que Sandra está sentada en un banco esperándome. Me siento junto a ella, y le pregunto:
-¿Lista?
Ella me mira y me sonríe. Se levanta dando un buen salto y exclama con emoción:
-¡Listísima!
Ambas pedaleamos y dejamos nuestras bicicletas aparcadas en la calle que hay detrás del ayuntamiento. Yo no lo sabía, pero Sandra me ha dicho que podemos entrar al edificio a través de una cafetería que hay aquí. Abrimos la puerta de esta y nos adentramos. Para disimular, cada una nos pedimos un café y unas pastas. De momento estoy tranquila y espero seguir así el resto de la mañana, porque los nervios podrían hacerme fastidiar todo en cualquier momento.
Echo el azúcar al café y Sandra me dice:
-Vale Ruth, este es el plan. ¿Ves aquella puerta al lado de la cocina? Ahí es por dónde tenemos que entrar. La llave nunca está echada por si los trabajadores del ayuntamiento necesitan cualquier cosa así que tenemos algo de suerte. Te estarás preguntando que cómo vamos a entrar sin que nadie sospeche, ¿verdad?
-Sí-respondo.
-Somos estudiantes, no tenemos mucho dinero, así que si no vamos a pagar.- dice riéndose.
-¿Qué fin tiene eso? ¿Qué nos echen a patadas a la calle?- pregunto asustada.
-No, Ruth, que nos pongan a fregar platos en la cocina, que está justo al lado de la puerta.
Mi amiga está como una cabra, sin embargo, es inteligente, y lo que dice tiene sentido. El camarero trae la cuenta y Sandra pone la excusa de que carecemos de dinero porque nos hemos alquilado un piso para estudiar aquí, también pone cara de tristeza y he podido observar cómo incluso una lágrima recorre su rostro. Esta chica sirve para actuar.
Al ver esto, el camarero nos lleva a la cocina, nos da unos guantes de látex y unos delantales horribles y nos indica que tendremos que fregar todas las vajillas sucias, que no son pocas.
Sandra y yo comenzamos con nuestra labor, y tras un rato frotando con un estropajo todos los platos, observamos cómo los cocineros salen, así que nosotras también lo hacemos, pero en vez de ir junto a ellos, nos adentramos en el ayuntamiento.
Cerramos la puerta y nos escondemos bajo las escaleras de la forma más rápida y silenciosa que nos es posible. Abrazo a Sandra. Lo hemos conseguido, ahora solamente nos faltaba pasar al despacho de mi padre o de su abuelo para obtener la clave y así averiguar todo lo que este tiempo llevamos esperando.
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La chica del pelo rojo
Mystery / ThrillerLas mentiras duelen, pero descubrir la verdad más aun. Ruth es una adolescente normal, o eso mismo creía ella antes de averiguarlo todo. Gracias a que se muda con su padre, ella comienza a generar nuevas amistades y con ellas se da cuenta de muchas...