—¡Sorpresa! —exclamaron Michelle, Christine y Anna; sobresaltando a Samantha apenas abrió la puerta de su habitación—. ¿No estás contenta de vernos de nuevo?
—Ver a las responsables de mi reciente falta de sueño por culpa de un bendito grupo de WhatsApp en mi recámara no es un placer para mí, exactamente —contestó Samantha con cierto tono de molestia e incomodidad—. ¿Por qué están aquí?
—Un pajarillo por ahí nos contó que alguien tiene una cita —Michelle al mencionar dicha frase, el trío de jovenzuelas soltó un chillido típico de niñitas emocionadas—. Obvio teníamos que venir a prepararte, sin ofender, pero necesitas de nuestra asesoría. ¡Escuadrón de belleza listo al rescate!
—¿Y para qué querría asesoría? Ni que fuera a dar un examen final, sin ofender.
—¿En serio? ¿Qué outfit tienes planeado para la cita? —replicó Anna, señalando el armario—. Muéstranos lo mejor que tienes.
—De hecho, planeo irme vestida así —Samantha hizo un gesto con sus manos mostrando su camiseta blanca y unos shorts tiro alto de color negro—. Y ni piensen que voy a usar tacones —zapateó con sus deportivas para dejar más claro su punto.
—¡No puedes hacer eso! ¡Ya has llevado ese look al instituto! ¡No puedes repetir! —estalló Christine, la cual por su tono parecía que se trataba de un asunto de vida o muerte—. Para tu suerte, estamos aquí.
Las tres chicas pusieron a Samantha en una silla cerca de un escritorio. Botaron todos los libros que había en la mesa al suelo y pusieron un montón de esmaltes de uñas, revistas y una hoja de papel que parecía llevar escrita una receta a mano.
—Escucha, Samantha, quédate quieta. Mientras Chris se encarga de escoger el color para tus uñas, Anna irá escogiendo el atuendo y yo haré una mascarilla que me enseñó mi abuela. Es su secreto de belleza —Samantha hizo una mueca de confusión ante la afirmación de Michelle.
—¿Tu abuelita ligaba mucho? —preguntó con sarcasmo Samantha—. Eso dice mucho de tu familia, amiga.
—Samantha, solo cállate y dime cuál color te gusta más —Christine le mostró a la incómoda chica una enorme gama de colores de pintauñas que parecía una estantería de una tienda.
—Am, ¿el verde? —Samantha intentó escaparse de la silla y salir del barullo. Pero al menor gesto Christine la detuvo—. ¡Oh vamos! ¡Estoy perdiendo el tiempo, no necesito ayuda!
—Querida, yo sé lo que hago. Ahora dime, ¿cuál verde? ¿Verde agua? ¿Verde limón? ¿Verde pastel? Por favor, sé más específica.
—Mejor escojo otro. ¿El azul?
—¡¿PERO, CUÁL AZUL?!
Christine estaba perdiendo la paciencia. Esa chica solo decía descripciones vagas como "verde" o "azul". ¿Es que acaso en el colegio no le enseñaron los colores?
—¿Sabes qué? Mejor lo decido yo —Christine separó unos esmaltes del grupo dando a entender que eran esos los que iba a usar. Para Samantha, eran colores súper chillones que jamás usaría, por eso sacó su mano e hizo que Chris hiciera una mancha en su camiseta—. ¡Samantha, no muevas tu mano!
—Chris, ¿y si dejamos todo esto?
—Ni lo pienses.
El asunto se volvió una batalla. Samantha movía su mano una y otra vez. Christine acertaba algunas ocasiones, sin embargo, la mayoría de veces el color paraba a la camiseta.
—Me rindo, no colaboras en lo absoluto.
—Pues claro que no, Chris. ¡Yo ni siquiera pedí todo esto!
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Just A Game
Teen FictionSam y Sam. Samantha es rebelde, libre y no respeta las reglas. Samuel es sofisticado y un obediente a ciegas. Los dos, al perder una apuesta, tienen que convivir juntos 1 mes y ver que pasa. Ellos, piensan que solo sera un juego, pero, ¿terminara si...