¡Al diablo con el romance!

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Samantha's POV:

Técnicamente ya no tenía motivos para permanecer en la habitación de la pequeña castaña. Era momento de retirarme e ir a hablar con Samuel, de lo que sea que él quiera hablarme, y, de vuelta a casa. Sin embargo, los hechos no sucedieron de ese modo. Mientras Megan seguía recostada en su cama leyendo una revista, me quedé dando vueltas en la silla giratoria que se situaba cerca del escritorio de madera, diciendo cosas como "¡Wiii!" o "¡Yupiii!" al igual que una niña. Soy infantil, lo sé, ¡pero vamos! Inténtenlo ustedes y verán que es mega entretenido.

—¡Hey, que si sigues girando vas a marearte! —exclamó Megan con tono burlón—. Y ni pienses que voy a limpiar tu vómito.

—¿Siempre eres así de amable con tus invitados? Eres la mejor anfitriona, querida —ella soltó una estruendosa carcajada, entretanto, yo puse el pie para que la silla se detuviera y me incorporé—. ¿Quieres probar?

—¿En serio crees que soy tan inmadura para hacer tal tontería? —asentí con la cabeza—. Pues déjame decirte que —se levantó de la cama, se puso de pie y se sentó en la silla—, estás en lo cierto.

Después de eso, perdí la cuenta de cuántas veces hice girar a Megan en la silla. A pesar de que a cada rato me decía "¡Que puedo hacerlo sola, joder!" —nótese aquí su manera tan delicada de hablar—, no paré de hacerlo.  Bueno, no paré de hacerlo hasta que oí un chillido muy agudo y potente que nos sobresaltó a ambas.

—¡¿Qué fue eso?! —pregunté, sobando la zona cercana a mi oreja porque, se los juro, casi me quedo sorda—. ¡¿Me estás escuchando?!

—No otra vez, por favor —Murmuraba ella una y otra vez. Por su cara podría decirse que se avecinaba una tragedia.

El ruido se repitió, empero en tal ocasión se oyó más cercano. La puerta se abrió de un portazo, y la expresión del rostro de Megan cambió de susto a enojo. Samuel ingresó abruptamente y exclamó, con voz de Yuya: 

—¡HERMANA, HAY UNA CUCARACHA! ¡MÁTALA POR FAVOR!

—¡Samuel, ya ha ocurrido lo mismo tres veces esta semana! ¡Ya estoy harta de estar matando bichitos!

—¡Pero no es mi culpa que nos esté invadiendo la plaga! —Él se acercó a ella y le entregó un matamoscas—. Ten, para.... la cucaracha —Cabe recalcar que la última palabra la dijo con cierto asco.

—Em... ¿Hola? —Si no fuera por esas dos palabras, lo más seguro es que ninguno de los hermanos Stewarts me hubiese notado en ese momento. Un silencio incómodo invadió la habitación, y la mirada de cada uno cambiaba de un lado a otro, nadie quería mirarse a los ojos. Me cansé de ello, así que propuse—: Megan, si quieres, yo me encargo del insecto.

—¡Gracias al cielo! —exclamaron los hermanos al unísono, como si hubiese dicho que encontré la cura del cáncer o algo parecido.

Megan inmediatamente me pasó el matamoscas y, literalmente, Samuel me arrastró del brazo hacia la sala, donde estaba la "horrorosa" cucaracha. Cuando llegamos, le pregunté el lugar exacto donde se encontraba el insecto. Él me señaló un diminuto punto negro en el piso y con la suela de mi zapato acabé con la tragedia.

Le tiré el matamoscas a Samuel, que al final ni lo usé y lo miré fijamente. —¿Tanto escándalo para esa cosilla?

—¿De qué hablas? ¡Era una monstruosidad! —dirigió su vista hacia mis pies—. No puedo creer que la hayas matado con.... —Ni siquiera acabó su oración por el asco que probablemente sentía.

—Yo... mejor me voy... —Declaré, acercándome a la puerta principal. Si Samuel tenía algo que decirme, podía hacerlo en la escuela. Solo quería irme a mi casa y atiborrarme de galletas de chocolate—. Por favor, despídete de Megan por mí. Lo haría yo... pero sinceramente tengo mucha flojera. 

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