Muerte. Dolor. Soledad, y un enorme vacío en su interior. Eso es lo que ha tenido que soportar Jane Hale a lo largo de su vida.
La esperanza es lo último que muere, sin embargo, Jane la perdió hace ya muchos años, y no está dispuesta a creer en nada...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Al colgar siento un par de ojos detrás de mí, o más bien detrás de la puerta de mi habitación
Casi rezo por que no estén detrás de la puerta, porque no hayan escuchado mi patética conversación con Jane Hale.
Muerdo mi labio inferior y a continuación con el móvil en mano avanzo sigilosamente hasta la puerta y pongo mi mano libre sobre la perilla.
Antes de que puedan huir abro rápidamente la puerta y...
—¡Alto! —exclamo frunciendo las comisuras de mis labios.
Hana, mi madre, se encuentra de espaldas hacia mí, tratando de huir, pero esta vez he sido más rápido y no pienso dejarla ir.
—Papá, sé que estás aquí, así que sal de donde sea que te hayas escondido.
Detrás del pasillo de la bifurcación que se encuentra a unos metros de mi habitación aparece mi padre, quien aún lleva su traje del trabajo.
—Hola, hijo —habla mi padre acercándose a mamá mientras ella aún permanece de espaldas. —Qué bueno encontrarte. Me refiero a encontrarte despierto, creí que ya te habías dormido.
Hago una mueca de disgusto y me cruzo de brazos dirigiendo una mirada asesina a mi padre. Mi madre se gira lentamente hasta que se encuentra frente a mí, encogida de hombros como una adolescente que ha sido descubierta por haberse escapado de casa estando castigada.
Esta situación es divertida, pero por nada del mundo puedo admitirlo y mucho menos emitir una risa o me delataré de inmediato, además, no podemos omitir el hecho de que ambos estaban escuchando tras de la puerta y a pesar de ser mis padres no puedo permitir que violen mi privacidad.
—Aron, hijo, nosotros...
—Estaban escuchando —afirmo alzando ambas cejas mientras frunzo las comisuras de mis labios.
—En realidad nosotros estábamos... Íbamos pasando y no pudimos evitar escuchar —admite mamá con vergüenza —. Pero te juro, hijo, que sólo escuchamos cuando dijiste que mañana comenzarán tus clases de regularización con Jane. Sólo eso.
—Sabemos que estuvo mal, pero es que nos emocionamos cuando esa chica te llamó —aclara papá.
—Es increíble cómo es que ahora el adulto aquí parezco ser yo y no ustedes —comienzo y ellos no hacen más que verme con pena y con el rostro agachado. —Sin embargo, y muy a mi pesar, es indiscutible entenderlos. Supongo que no es tan malo su excesivo entusiasmo, sólo... les pido una sola cosa: no lo hagan muy seguido ¿de acuerdo?
Mi madre esboza una amplia sonrisa y apartándose de papá se dirige hacia mí. Al llegar a un límite de distancia su mano derecha se coloca sobre mi mejilla y posteriormente aparta un mechón de cabello de mi frente.
Su toque cálido me hace sentir reconfortable, pero cuando sus dedos largos y delgados llegan al punto donde los imbéciles más imbéciles de la faz de la tierra me golpearon, siento una fuerte punzada.