RECUERDOS III

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VIII

Y recuerdo y siento dolor al recordarte.

Y te siento y siento miedo al evocarte

porque no hay mayor dolor

en este triste encierro

que sentirte lejos,

lejos de mí,

lejos sin un sentido...

Sin sentido mi amor porque aún no sé,

no sé por qué no estás conmigo,

no comprendo amor tanto dolor...

La angustia enturbia mi triste corazón

y sin poder comprender tanta amargura

me hundo en esta celda sin salida...

Sin poder comprender tanta desdicha,

no comprendí mi amor por qué tu ausencia

y no comprendo mi amor, mi aquí y mi ahora.

Comprendí, ahora sí, qué congoja

este dolor nacido de alma partida

de piedras negras, de sangre roja,

que quema ausencias, abre heridas,

y trae los recuerdos que reposan

en mi ardiente memoria vencida.

Cómo no recordar tu cara hermosa

cintura estrecha, tu andar deprisa,

tus ojos de sorpresa tan preciosa

cuando me veías salir a escondidas

por verte un instante entre rosas

y poder robar un beso a tu sonrisa.

Tumbarme contigo en la tierra gozosa

y descubrirnos en el fuego y la brisa

mirándonos con esa mirada curiosa

de amantes primerizos que brindan

sus vidas y entregan todas sus horas

a un momento, un instante de dicha.

Tenerte entre mis brazos tan deseosa,

era un milagro, prodigio, mi maravilla,

tu concupiscencia era todo mi dogma,

tu cuerpo, divino templo al que acudía

como fiel feligrés devoto que nombra

tu nombre como diosa dadora de vida.

Y me perdía en divagaciones acuosas

futuros entre fuego y piel encendida,

donde crearíamos un hogar sin sombras,

donde ser felices y crecer sin medida,

y yo te dijera al oído: querida esposa,

amante, mi fiel compañera de vida,

mi mujer...

Mi diosa.

PRISIONERODonde viven las historias. Descúbrelo ahora