Capítulo XVIII - La Persecución

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Una vez dentro de aquellas ruinas, se observaron entre las lejanías de sus pasillos los fantasmas de su historia. Su madre le esperaba en la remota salida de su vida sumergida entre llantos, sin embargo el gran leviatán se refugiaba por debajo de sus pies, custodiando sus pasos con orgullo y codicia. Lanidar avanzó temeroso entre los pilares de rocas desgastadas hasta la bóveda de estatuas formadas por aquellos ancestros petrificados por el tiempo.

Nado en forma de espiral hasta llegar a un portal donde este se hallaba en brazos de su madre y bajo la protección de su padre tras una llamarada de la antigua emperatriz del reino élfico, al parecer no sabía nada en respecto a su pasado ni sobre lo sucedido. Se dirigió hacia los alrededores del centro de aquel coliseo petrificado y en consecuencia al movimiento de la arena, los grabados de la historia se manifestaron ante sus pies.

"Aquí florece la rosa del pavo real privado de su retorno, pues aún lejos de casa, su corazón reconoce a su madre como el rebozo de su hogar. Así será en el verbo y el pensamiento de sí mismo, pues los héroes nacen y brillan desde dentro de ellos hacia el Universo."

-Farthyel, el caballero que murió por el hijo del emperador.

Se mostraron aquellas letras con una rosa púrpura sobre saliendo de aquella lápida sumergida en el océano. El joven se acercó a ella y tomó la rosa entre sus manos, está se volvió polvo y se dirigieron sus cenizas hacia su pecho, en la guarda de su espada se formaron los cuernos de un cordero y sobre esta se dibujó la pluma de oro, formándose en su hoja la silueta de un tentáculo y sobre su pomo, se forjo un diamante negro con el firmamento en él.

La figura de un ser siniestro se asomo entre los pasillos cerca de él y alertado bajo su presencia, liberó la expulsión de un líquido oscuro y viscoso en el lugar. Lanidar observó aquella nube de humo pestilente como el azufre desplazarse hacia él y miro las múltiples salidas del sitio con terror de ser alcanzado, se refugió por el pasillo más profano de los siete, ubicado por debajo de sus pies.

Telarañas análogas se cruzaron ante sus ojos, la sinonimia de un reino hecho pedazos se hizo presente entre los múltiples boquetes de la muralla en aquel pasillo. El alarido de una bestia se propagó entre las paredes, trece ojos rojos observaban al elfo y tras seis brazos el ser avanzaba cada vez más hacia él, moviendo su cuerpo de un modo perverso y enfermizo. Risas de niños y demonios escapaban de sus dientes putrefactos con un tono desequilibrado.

Lanidar observo sus espaldas empalmadas de un frío inmensurable y sin encontrar nada, continuó su camino hacia la salida. Un espejo de agua se interpuso en su camino y sobre sus espaldas se percató de una anomalía transfigurarse entre tinieblas, una criatura similar a una araña trepando los muros del laberinto y abriendo sus fauces como un tiburón. El joven desenfundo su espada con ímpetu y atravesó el umbral de cristal con prisa. 

Un laberinto de espejos se mostró ante sus ojos y el portal fue destrozado con cólera bajo las manos del siniestro ser. Lanidar avanzó con fugacidad entre los pasillos del lugar, subiendo por las torres místicas que conducían a otros senderos  del castillo, huyendo de las aguas que arremetieron contra las murallas. Tratando de alcanzar la risa de aquella niña se adentro a las tinieblas de los corredores reales sin percatarse de su persecución demoníaca.

Perseguido por aquella entidad, se lanzó desde los tejados hacia las embocaduras de los torreones con el fin de alcanzar a aquella joven. Las edificaciones comenzaron a desmoronarse a sus espaldas por el aumento del nivel de las aguas al retumbar las paredes y hundir el suelo. La niña subió por una alta edificación de piedra que rodeaba las nubes, el joven resbaló y al caer, lanzó su gancho hacia a las paredes y trepo sobre ellas.

Luciel y el regreso de la oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora