CAPITULO 9

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Había acabado de guardar mis cosas cuando entró mi mamá al cuarto, ella pensaba que solo era una idea loca mía de irme de la casa y hacer mi propia vida.

¡¿Para donde te piensas ir?! -exclamó-

estaba de pies frente a la puerta con los brazos recogidos

¡Un amigo del trabajo me alquilará un cuarto! -contesté-

quedó mirando mis cosas por unos segundos y comenzó a mover la cabeza asintiendo

¡Ya te fastidio ¿verdad? ¡Ya como estoy vieja te estorbo! -decía mientras soltaba una lagrima-

Me dolía tanto verla así que por un momento dudé en irme

¡Mamá ya para por favor, entiéndelo, ya no me puedes seguir manipulando a tu antojo, tú sabes la razón por la que me voy, así que deja de estar diciendo cosas que no van al caso, yo te amo y lo sabes!

¡Entonces quédate, Jose y yo te necesitamos tú no te puedes ir!

¡Es imposible que me quede! -me negué- ¡Te pedí que te vinieras conmigo y no quisiste por Jose, no pretendas que yo también me quede por él! -proseguí-

¡¿Pues entonces que esperas?! ¡LARGATE! -me gritó-

Corrió a su cuarto y se encerró como una niña chiquita. Me dolía tanto lo que pasaba, pero no podía echarme para atrás, no podía dejar mis sueños a un lado por un capricho de ella. Terminé de guardar mis cosas y pedí un taxi.

¡Adiós mamá! Dije a mis adentros, miré su cuarto y proseguí saliendo.

El apartamento de Martín era muy acogedor, no tenía muchos muebles, pero si los necesarios. Sin embargo, podía notar que había algo de desorden. Que botellas de cervezas por aquí o colillas de cigarros por allá.

¡Disculpa un poco todo esto, no me ha dado tiempo de arreglar el apartamento! -me dijo apenado-

¡No te preocupes, no me importa, en realidad soy algo desordenado también, ya arreglaremos!

¡Si, lo hacemos en la noche, ahora vez a arreglarte que tenemos que estar en una hora en el trabajo!

¡Si, justamente te iba a preguntar cuál era mi cuarto!

¡Claro, disculpa es que con tantas cosas! ¡Dale, no te preocupes! -Sonreí-

Caminamos hacía el segundo cuarto y metimos mis cosas, la verdad no me dio tiempo de repararlo muy bien ya que teníamos algo de prisa. Salimos a la sala y comimos unas papas fritas que él había preparado.

Al llegar al restaurante caminamos a la bodega a ponernos nuestros respectivos uniforme. Un pantalón clásico negro con una camisa blanca ajustada y un delantal amarrado en la cintura. Por suerte no era día feriado, ósea que no había muchos clientes. Terminamos temprano ese día, así que apenas acabamos, cerramos y cogimos un carro hasta el apartamento. Al llegar decidimos arreglar todo, comenzamos con la sala. Mientras él barría, yo recogía las botellas y las echaba en una bolsa. Limpié el espejo que estaba a un lado de la entrada de la casa y sacudí el murtimueble donde estaba la Televisión. Luego pasé al cuarto tirando mi maleta a la cama, la abrí para sacar mi ropa y acomodarla en un pequeño closet de pared que estaba en el cuarto. Algo había llamado mi atención. En las paredes había varios dibujos pintados con tiza que me traían muchos recuerdos. Había un puente y dos pequeños hombrecitos corriendo agarrados de la mano sobre él. En otro lado había un corazón partido por la mitad. Un pedazo llevaba una "C" y el otro una "M". Por último, había un carro, parecía tener llamas por todos lados. No se veía muy bien porque encima había muchos tachones. De repente Martín empujó la puerta del cuarto.


¡¿Tienes hambre?! -exclamó entrando a mi cuarto-

¡Si, algo! -contesté asustado- él sonrió y caminó a la cocina

¡Ven! -continuó- lo seguí mientras intentaba descifrar cada uno de los dibujos.

Estaba anonadado. Mi subconsciente prefería no hacer acto de presencia, sabía lo que estaba ocurriendo y lo duro que era para mí darme cuenta de todo. Me asomé al comedor y noté que había unas cajas de hamburguesas

PROMETO OLVIDARTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora