CAPITULO 14

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Había pasado ya dos semanas desde que le mandé la carta a mi mamá y aún no había tenido alguna respuesta. Me estaba resignando a entender que ya yo no hacía parte de ella, si es que alguna vez hice parte de su vida. En el trabajo siempre había tratado de dar el cien por ciento de mí. Aunque estuviera mal por equis motivo nunca desvanecía, intentaba ser siempre responsable con mis obligaciones. Por eso el Sr Stylimnson siempre confiaba cada vez más en mí. Además, tenía una gran obligación que tenía que cumplir a capa y espada, y Era la de organizar el evento del aniversario de la empresa. Martín estaba trabajando en un negocio que le había conseguido un tal Alfredo, el mismo que había visto dándole el arma. No me gustaba pensar de que se trataba ese "negocio", ni siquiera quería preguntárselo. Sabía que se trataba de algo malo y que iba a traerle graves consecuencias, sin embargo, nunca dejé de ofrecerle trabajo en la empresa y aunque siempre se negaba por orgulloso tenía las esperanzas de que me hiciera caso algún día.

La noche había caído. Como se había vuelto costumbre siempre que eran las 9 terminaba de recoger mis cosas para irme a la casa. La monotonía se empezaba a volver aburrida. Levantarse a las 6 de la mañana, meterse al baño, ir a la empresa, revisar papeles y luego de una gran jornada volver a la casa, acostarme a dormir para descansar y hacer al día siguiente lo mismo que había hecho el día anterior. En algún momento de mi vida creí que todo lo que lograría sería lo mejor, sin embargo, por más que intentaba buscar porqué me apasionaba tanto trabajar en una empresa no encontraba respuestas. Quizás el amor me había cambiado nuevamente, quizás Martín iba acabar con el poco de esperanza que me quedaba de ser feliz como me había dicho la tía de Isabella. A pesar de tenerlo a mi lado, no me sentía completo. Me hacía falta algo para sentirme lleno y ni aun así sabía que podía ser. No éramos novios, pero no me hacía falta. Vivía conmigo y podíamos estar cuantas veces quisiéramos. Lo que me aterraba era pensar que algún día ya no estaría otra vez y me iba a tocar tratar de olvidarlo nuevamente.

Abrí la puerta de la casa. Estaba a oscuras. En la mesa había una bolsita de marihuana y una pipa. La tomé, la preparé y entré a mi cuarto con la necesidad de fumar y relajarme un poco. Luego fui a la cocina, fumar me habría demasiado el apetito. Agarré unas mogollas de pan y les puse queso, mortadela, ensalada y algo de carne. Saqué de la nevera una jarra de jugo de tomate de árbol que había hecho en la mañana y volví a meterme a mi cuarto. Me quité la camisa, el pantalón y los zapatos. Me estorbaba traer ropa puesta después de un largo día laborando. Saqué un libro de mi bolso y comencé a leer mientras comía de mi hamburguesa. Quería distraerme un poco.

...

Estaba convencido de que las historias de amor japonesas eran algo aburridas hasta que leí muchos libros. Al igual que las historias latinas o cualquier otra, las historias japonesas tenían una trama elegantemente interesante. Saben narrar a la perfección una novela.

¡Que hermoso libro! exclame

El teléfono me estaba sonando. Eran las 11 de la noche. Pensé en muchas posibilidades y ninguna como la de mi madre llamándome.

¿le habrá pasado algo? -pensaba inquietamente-

me aterraba contestar el teléfono, estaba demasiado drogado.

¡Hola mamá ¿pasa algo?! -contesté-

ella enmudeció por unos segundos.

¡Quiero que vengas mañana a la casa, recibí tu carta! -Contestó-

por un momento creí que estaba alucinando o que estaba soñando. Pero en ese momento la puerta de la casa se abría, era Martín que iba llegando.

¡Mamá mañana estaré trabajando, pero pediré permiso para ir el domingo ¿bueno?!

¡Está bien, como quieras!

¡Gracias por llamarme, te amo!

¡Adiós!

Martín se quedó parado en la entrada. Estaba algo perplejo.

¡¿Era tu madre?! -preguntó-

ni siquiera podía entenderle bien por lo trabado que estaba, el solo me miraba.

¡¿Estás drogado?! -prosiguió-

me senté en la cama y volteé la mirada.

¡Tienes los ojos muy rojos, deberías descansar!

PROMETO OLVIDARTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora