CAPÍTULO 11

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Abrí la puerta sin hacer mucho ruido, pensé que Martín podría estar durmiendo así que la cerré acto seguido y caminé hacia mi cuarto, tiré mi bolso en la cama y proseguí a quitarme la ropa hasta quedar en bóxer. Eran las 11:30, muy temprano para ir al restaurante. La mayor parte de la mañana Martín y yo la cogíamos para dormir, pero por equis razón me encontraba despierto. Fui a la cocina y puse a hervir agua en una olla mientras sacaba pastas de la nevera. Intentaba hacer algo para no pensar en lo lastimado que tenía que estar Antonio. Me dolía tanto como a él no sentir lo mismo después de muchos momentos increíbles a su lado. Eché las pastas al agua hirviendo y esperé a que se esparciera por toda la olla.

¡Buenos días! -dijo Martín entrando a la cocina

estaba en bóxer al igual que yo, se veía tan sexi.

¡Buenos días! -contesté mientras me lavaba las manos

¡¿Como te fue? ¿Te entregaron la memoria?! -continuó-

¡Si, ya me la dieron!

¡Que bueno, espero que te puedan dar el trabajo muy pronto!

¡Gracias!

Abrí unas de las gavetas de la cocina para agarrar un sartén.

¡¿Qué haces?! -preguntó Martín-

¡Pastas, hace mucho no la cómo!

¡Si, igual, se ve que va quedar muy rica!

¡Ojalá!
¡Ya verás que así será!

Agarré el sartén y eché el condimento junto con el tomate y la cebolla picada.

Martín solo me veía.

¡Terminé con Antonio!

¡¿Qué?! -espetó-

puse el sartén en la estufa.

¡No podía seguir con él, sabes muy bien lo que estoy sintiendo en estos momentos!

¡Y ¿Como está él?!

¡Destruido, supongo, ya sabe que..., Bueno que tú..!

¡¿Le dijiste?!

¡No, no me hubiese atrevido, se lo dijo Verónica, no sé cómo se enteró que tú eras Martín y se lo dijo!

¡¿Verónica?!

¡Mi mejor amiga, bueno, quien se suponía que era mi mejor amiga, le hablaba mucho de ti, ella no te tiene en un buen concepto, no sabes cuánto te detesta!

¡Me imagino ¿qué piensas hacer ahora?!

¡No sé, todo esto me confunde!

¡Por lo menos busca a Verónica y pídele una explicación!

¡Eso haré!

Sonrió y caminó hacia a mí.

¡Todo estará bien, ya verás!

Lo miré a los ojos.

¡¿Quieres pastas?!

¡Suena rica la idea!

¡¿Sí?!

¡Si me das un beso! -contestó-

Me hizo sonrojar. Miré sus labios pensando que podría darle muchos si quería, pero no quería que pensara que me moría por hacerlo. Acerqué mi cara hacia él y besé su labio inferior. Él prosiguió besándome el labio superior hasta llegar a mi lengua. Su cuerpo semi desnudo hacia contacto con él mío. Nos acercábamos cada vez más. Pasé mi mano por todo su cuerpo hasta llegar a sus nalgas mientras él hacía lo mismo. Me recostó a la pared agarrando mi pene erecto. Lo movía de arriba hacia abajo.

¡¿Quieres ir al cuarto?! -soltó-

lo miré un poco perdido y asentí al segundo. Caminamos al cuarto y nos metimos a la cama, él estaba boca bajo y yo encima, seguía besándolo con una pasión insaciable. Él por otra parte no dejaba de mover mi pene, me excitaba sentirlo tan cerca, que me tocara como lo hacía. Me terminé de quitar el bóxer e hice lo mismo con el de él. Me subí encima y seguí besándolo. De repente sus ojos volvían a mirar los míos con una mirada extraña, retiré mi cara un poco de la de él Apoyándome con los brazos. Él se levantó también quedando sentado

¡¿Hueles eso?! -dije perplejo-

el asintió y miró hacia la puerta extrañado.
¡No jodas! -exclamó el sonriendo al segundo-

¡¿Qué pasa?! preguntaba sin saber que estaba ocurriendo

se llevó una mano a la cara muerto de la risa cuando de repente reaccioné.

¡LAS PASTAS! Di un brinco y corrí a apagar la estufa.

...

Estaba en pleno trabajo cuando de repente escuché una cancioncita impertinente que venía del bolsillo de mi pantalón. Era el teléfono que me sonaba una y otra vez. Me fui para la bodega sin que Gerardo se diera cuenta, saqué el teléfono y contesté

¡¿Bueno?!

¡Christian, que bueno que me contestas! -exclamaba Modesta-

¡Hola profe ¿como está?!

¡Muy bien mijo y tú ¿cómo estás?!

¡Pues trabajando! -Sonreí-

¡Discúlpame, sólo te quería decir que tienes que presentarte mañana mismo a la Empresa, te harán una pequeña entrevista y te dirán cuando comienzas, confío en ti, te dejo que trabajes! -decía apenada-

¡No se preocupe, estoy libre en este momento profesora, ¿A qué hora me dijo que tenía que estar en la empresa?!

¡Que torpe! -exclamó- ¡No te dije mijo, discúlpame, tienes que estar a las 8 de la mañana!

¡Está bien profesora, gracias por todo!

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