CAPITULO 15

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Cerré las ventanas y bajé las cortinas. No quería que mis seis días de ausencia le hicieran daño a mi cuarto. Terminé de ordenar mis cosas y empujé la puerta. Martín estaba a punto de salir también a trabajar.

¡Hola chulo! -me dijo mientras se terminaba de comer una ensalada de frutas-

me acerqué a él y lo besé

¡Te voy a extrañar! -exclamé-

¡Y yo a ti!

Saqué jugo de la nevera y bebí un poco.

¡Pero cuéntame ¿Para dónde vas a llevar a tu mamá eh?! -dijo después de meterse un pedazo de piña a la boca-

¡Quería llevarla a uno de los hoteles que está al norte de la ciudad, ya sabes, para que conozca el mar y así!

¡Entiendo, suena rica la idea!

¡Oye que no se te olvide que el lunes viene Verónica, por favor hazla sentir
como en su casa!

¡Claro, me va dar mucho gusto que viva una mujer con nosotros!

¡Ay si ay si, te conozco, ni creas que Verónica va ser tu criada!

¡¿Ah no?!

¡No, va ser la mía! -echamos a reír-

¡Mentira, ya sabes por todo lo que ha pasado, lo ultimo que ella querría es venir a hacer los que haceres de la casa, además nosotros somos los que nos debemos encargar de eso!

¡Si lo sé, solo bromeaba!

¡Muy chistosito! -me terminé de tomar el jugo- ¡Me tengo que ir, te portas bien, te amo! -exclamé-

su rostro se puso sentimental

¡¿Me puedes abrazar?! -preguntó-

¡No me iría sin antes hacerlo! -contesté

solté las maletas y lo tomé por mis brazos. Estaba nervioso, no lograba contener la piel de gallina. Sentía que ese sería el último abrazo y que jamás lo volvería a ver

¡¿Prométeme que no te volveré a perder por favor! -le pedí-

noté que sus lágrimas comenzaban a correr por su rostro

¡Te lo prometo Christian! -contestó-

lo besé mientras lo sujetaba fuertemente por la espalda. Lo apretaba hacia mí. En realidad, parecía la última vez que nos estuviésemos abrazando.

¡Ya te tienes que ir, te amo! -me susurró-

quité mi cara de la suya y le contesté

¡Te amo mil veces más, no sabes cuánto! Le limpié una lágrima y agarré mi maleta dándole un beso

¡Bye! -exclamé- ¡Bye! -contestó Martín minutos después-

llevaba la maleta en mi mano izquierda mientras que tocaba la puerta. Estaba inmensamente feliz, pero a la vez un poco nervioso. Hacía mucho no veía a mi madre. Tragué en seco y esperé a que me abrieran.

¡Si ¿buenas?! -dijo una chica cuyo rostro se me era desconocido-

¡Buenas! -contesté-

no sabía si me había equivocado de casa. De repente aparece mi madre. Traía el pelo suelto, un poco desordenado.

¡Déjalo pasar! -le ordenó a la muchacha-

di unos pasos al frente y caminé hasta la sala. Todo se veía cambiado. Había un sofá en el interior en el que estaba sentado Jose. Apenas me vio se echó a reír y se levantó.

¡Vaya vaya, miren a quien tenemos aquí! -dijo-

Después de todo me alegraba verlo. Solté la maleta y lo abracé.

¡Me alegra verte hermano! -contesté-

me invitó a sentar mientras mandaba a otra chica desconocida a traerme algo de tomar. Mi madre se me acercó y sonrió.

¡¿No me vas a abrazar?! -le pregunté con una lágrima en el ojo-

estrechó sus manos y me tomó por la espalda. Me sentía tan protegido.

¡Te quiero mucho! -exclamó-

¡Mamá yo te amo, no sabes cuánto me alegra verte nuevamente! dio unos pasos hacia atrás y me acarició la cíen.

¡Ven siéntate, debes traer hambre!

caminé al comedor en el que comí tantas veces de niño y me senté, enseguida llegó una de las muchachas con el jugo. Me preguntaba quiénes eran.

¡Ah, no los he presentado, ella es Samanta, hermana de Rosa, la novia de tu hermano! -dijo mostrándome con sus manos a la novia-

¡Mucho gusto! -las saludé-

del que era mi cuarto salían otros tres muchachos. Se me hacían tan conocidos. Más atrás salió Jose. Han de ser sus amigos.

¡Bienvenido! -me decían-

intenté disimular mi cara de desagrado.

Mi madre había cogido para la cocina. Seguro preparando el almuerzo, no veía la hora para pedirle que alistara su maleta para irnos. Caminé para su cuarto y puse la maleta en la cama. Me esperaba una larga tarde.

...

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