9. Accidentes, desmayos y Karma

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Mi apartamento estaba hecho un asco. Dormí placidamente en mi habitación, junto a las chicas, salí de mi habitación. Todos estaban tirados en la sala, cocina y baño.

Benito, Matt, Marcus, Gio (con Tobías entre los brazos), Sam, Erny, Andy y Joe, estaban tirados por la cocina y el corredor de mi dormitorio. Parecían despilfarros humanos.

Llegué a la cocina como pude; tomé un sartén y una cuchara. Subí al desayunador. Malicia a la vista... ¡Oh sí!

-DESPIEEEEEEEERTEEEEEEEEN- hice sonar repetidas veces el sartén. Todos se despertaron de golpe y confundidos.- Buenos días bellos durmientes, toca recoger este desastre, ducharse e ir a la escuela- sonreí y la multitud casi me linchaba.

Bajé a causa de que mis esclavos se estaban escapando. Corrí a la puerta lo más rápido posible y me coloqué allí con el sartén y la cuchara. No se iban a escapar

-Oficialmente somos tus esclavos- bufó Joe. ¡Ay! Me derrito, al menos lo admiten.

Luego de una rápida limpieza y un apurado aseo personal, mi apartamento se encontraba limpio y yo estaba hecha un desastre. ¡Joder! 7:30 a.m.

No estaba bañada, ni peinada y mucho menos decente. ¿En serio? Una más y bye escuela.

-RÁPIDO FIÓ- gracias por lo obvio Cloe.

-Adelántense, yo llego corriendo- grité aún metida en la ducha.

Salí como pude.

El piso estaba mojado y todo estaba tirado. Rastrillo, shampoo, jabón, estropajo... TODO.

No sé si el destino se venga de mí por ser tan perversa o mi suerte es de perros; al salir de la ducha, caí como nazareno.

Mi pie estaba lleno de sangre y para el colmo, doblado.

No grité. La verdad no me dolía la cortada, pero al intentar caminar en toalla, con el pie doblado, llenando de agua todo y tratando de llegar a la sala para encontrar que el teléfono está descompuesto y que por eso no puedo llamar a nadie. Me cago en la leche.

Ok, plan B. Salir a buscar ayuda con mis vecinos. Esperen... no le hablo a casi nadie. ¡Mierda!

-¿Really?- otra vez bufé y me arrastré hasta la puerta principal dejando un rastro de sangre y agua.

Salí al pasillo.

Desolado.

¿No hay más opción?

No.

Bien, ahora me encuentro tocando la puerta de un desconocido, rezando porque no sea un pederasta secuestrador.

Cuarto toquido y no abren la puerta. ME ESTOY DESANGRANDO, MALDITA SEA.

-¿Sí?- se escuchó una voz desperezandose detrás de la puerta.

-Hola, soy Fiorella Cipriano. Tu vecina. De casualidad, ¿tienes un teléfono que me prestes? ME ESTOY DESANGRANDO- solté sin más.

Un chico alto y bien musculoso abrió la puerta. Aún estaba adormitado, pero al contemplar la escena, abrió los ojos como platos y PUM... soldado caído.

-Oh, gracias. Me salvaste. Héroe del 2017. Te ganaste el premio Nobel de medicina y de la paz. ¡Eres mi princípe azul!- ironicé.

Me tocó arrastrarme hasta la mesa de centro, allí estaba el teléfono. ¿Y mi celular? Dios sabe dónde estará, luego de semejante fiesta, creo que lo tiré por la ventana.

Marqué el 911.

-Bueno, emergencias-

-Por favor una ambulancia al este de Rodeo Drive. Una herida y un desmayado-

-¿Estás sola?-

-Soy la herida y el desmayado es mi hermoso vecino al que acabo de conocer-

-¿Me lo puedes explicar?-

-Sólo mande una maldita ambulancia al este de Rodeo Drive. Literalmente estoy muriendo y la sala del chico guapo va a ser la escena del crimen. ¡MANDE LA MALDITA AMBULANCIA!- a veces las operadoras llegan a ser idiotas, pero esta se pasó.

Colgué la llamada y esperé al rededor de 5 minutos.

Llegaron los bomberos. Eran unos viejos lujuriosos que se aprovechaban de mi calidad de herida y se intentaban propasar.

-CON QUE ME TOQUEN UN SÓLO CENTÍMETRO DE PIEL QUE NO DEBEN TOCAR Y LOS CASTRO- cambiaron su expresión de lujuria a diversión.

Atendieron al hermoso ángel caído y este volvió en sí. A mí me miraban como un objeto y de cuando en cuando se echaban una risa cómplice.

-A QUE LOS CASTRO- tomé el teléfono y los amenacé con tirarlo a sus caras. Comenzaron a reír descaradamente.

-Sólo, no te muevas y no te dolerá.- ¿estos idiotas creen que estoy en un campo de algodón?

Al caer en cuenta que estaba siendo observada por el hermoso ángel caído, me dispuse a abrir la bocota.

-Hola. Soy Fiorella Cipriano. Tu vecina. Comenzamos mal, pero mi impuntualidad y el karma se vengan de mí. ¿Cómo te llamas? ¿De dónde eres? Dime que no eres gay, por favor. ¿Tienes novia? ¿Cuántos años tienes? Gracias por tu teléfono. Voy a pagarte la llamada. Aunque tu ayuda no fue mucha, en serio gracias. Prometo que limpiaré este desastre.- mis palabras salieron atropelladamente de mi boca, como siempre que hablaba. Se veía confundido. Como no, yo soy una persona insufrible.

Los idiotas de los paramédicos se limitaron a reír. ¿Es posible que revisando a alguien se pueda distraer?

-Emmm... bueno. Soy Mike Rogers. La chica sin filtro ¿no? ¿Tú eres la de la fiesta?- ok, me conoce. Opción A te fuiste al carajo gracias a que el teléfono se descompuso gracias a la fiesta. Opción B, vas de Guatemala a Guatepeor.

-Yo soy, emmm... bueno. Ya te diste cuenta. En serio gracias por tu ayuda. Perdón por la sangre, la limpiaré lo juro. Sólo es cuestión de... ¡HIJO DE PUTA!- maldito desgraciado, paramédico idiota.

-Roto- habló- Es necesario trasladarla al hospital, la sutura está lista, el pie se fracturó en tres partes.- sentía palidecer. No me podía pasar esto a mí. Hoy no. Mike me veía sin saber que hacer. Los paramédicos se preparaban para llevarme al hospital, pero...

Sin Filtro// Terminada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora