Final

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Una semana después...

Caminaba con los pies temblorosos hasta la figura masculina del tipo rubio y pálido que se encontraba a unos cuantos metros de distancia, sabía que me había escuchado llegar antes de que mi mano tocara torpemente su hombro, también era consciente de lo asustada que estaba, era imposible no notarlo a distancia.

- ¿Vienes a rendirte? -Cuestionó con cierta burla en su voz-. Esa sería la única explicación que tendría ante tu visita tan... inesperada.

- Dylan -sentía como mi voz se quebraba, pero tenía que decir algo más-. ¿Dónde estamos? Necesito volver a casa. -su rostro mostraba su seguridad de siempre-. Estoy asustada, llevo días caminando y no sé cómo salir de aquí.

Él me miró por un momento, esa seriedad tan intensa había borrado cualquier rastro de burla. Mi cuerpo temblaba, el clima era fresco, recorriendo cada rincón de mi piel desabrigada, traía una camiseta blanca sin mangas pegada al cuerpo y unos jeans de mezclilla con un par de tenis. Usaba las palmas de mis manos para brotar mis brazos intentando conseguir un poco de calor, no servía de mucho pero hacia que pudiera al menos dejar de temblar. Me lancé hacia él, no muy segura de correspondería al gesto, eso lo desconcierta, no puedo retener las lágrimas, lo estrecho más fuerte contra mí y él me abraza finalmente.

- Quiero ir a casa.

No obtuve respuesta inmediata, en su lugar se escucharon pasos, alguien se acercaba.

- Veo que ha salido a la perfección el plan -dijo un timbre de voz femenino-. No fue tan difícil, de nada.

- ¿Qué haces tú aquí? -la cuestionó Dylan amenazante.

- Ella no estaría aquí en tus brazos de no ser por mí, cariño, me lo debes.

- ¿De qué hablas?, ha venido ella hacia mí por su cuenta.

- Con un poco de ayuda, borrar la memoria resulta muy útil en estos casos. -conocía ese tono, esa seguridad de habla.

Dylan me soltó de su agarre, pasando su chaqueta por encima de mis hombros con una sonrisa sobre su rostro, musitó algo más para sí mismo y pidió a la rubia una charla en privado, no muy convencido de lo que veía. Mientras tanto tomé asiento en una gran piedra al costado de un árbol de gran tamaño, veía de un lado a otro, intentando poner en orden mis ideas. Limpié mi rostro con mi mano, despejándolo de cualquier rastro que indicara que había estado llorando, aunque estaba segura de mi nariz aún estaba un poco irritada.

Los arbustos se movían frente a mí, en un principio creí que era el viento o quizá un conejo, pero una figura masculina salió de entre las sombras, siendo algo tan caótico como sorpresivo. Javier corrió hasta mí, Elizabeth hizo lo mismo al darse cuenta de ello, aunque ella fue más rápida, tomó mi muñeca colocándose al frente.

- ¿Qué haces aquí? -preguntó ella con cierta dureza que nunca había escuchado.

- Vengo por mi hermana. -Torció la mandíbula, sabía que estaba por echarse a llorar-. ¿Qué hace él aquí?

- Han sido días difíciles, es mejor que esté conmigo en el departamento. No puedo creer que le hayas ocultado la verdad por tanto tiempo, dudo que quiera ir contigo después de lo que pasó.

Javier tenía esa mirada, esa de tristeza y enojo, no soportaba ver a Elizabeth siéndole tan indiferente. Me dedicó una sonrisa fugaz, intentando tranquilizarme, o quizá a sí mismo, llevó sus manos a la cabeza, sin saber que más hacer. Tomé una bocanada de aire antes de hablar.

- Javier, no quiero verte ahora. -hablé con poca fuerza, casi musitando para mí misma, aunque estaba segura de que lo había escuchado.

- ¿Vas a traicionarnos así? Creí que teníamos algo. -añade él, esta vez dirigiéndose a la rubia.

¿Típica adolescente? [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora