En tiempos de guerra

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Marta era una joven de 17 años y vivía con sus padres y sus 13 hermanos en un pueblo no muy lejano de Santander. Su familia era pobre pero, desde que comenzó la guerra civil, lo eran aún más. Muchos días ella daba su pequeña ración de comida a sus hermanos pequeños. Por suerte tenían un campo para cultivar y una vaca para tirar del carro.

Ella notaba que el paso de los días iba siendo cada vez más duro. Ella veía que su padre gastaba la mayoría del dinero en alcohol y que no se preocupaba por las tropas que estaban entrando en la región. Marta era la única que parecía saber realmente lo que se avecinaba. Leía, siempre que podía, los periódicos en el bar del pueblo y asistía a reuniones clandestinas del bando republicano. Ella quería ser libre. Acabar con la opresión.

Marta, sin duda alguna, era una mujer adelantada a su tiempo. Tenía ideas propias, había leído todos los libros que encontró en la antigua biblioteca de Santander y era una autentica visionaria. La rutina cada día era más insoportable para ella así que, por eso, decidió acudir al grupo republicano del pueblo. Tenía que cambiar el curso de las cosas. Su propósito en la vida era algo más que estar atrapada en un pueblito y muriendo de hambre.

Pasaron las semanas y Marta llegó a un punto de inflexión. En el grupo republicano pidieron voluntarios,rebeldes que se alzasen por su causa, la libertad. Ella se presentó como voluntaria pero no la aceptaron por el hecho de ser una mujer.Por eso, decidió hacerse pasar por hombre. Se cortó sus largos cabellos rubios y ondulados y se enfundó en unos pantalones y una camisa ancha. Se fue al pueblo vecino para asegurarse de que allí no la reconocieran y pidió ser voluntaria de nuevo. Esta vez sí lo consiguió. Esa misma noche, 20 jóvenes, incluida ella, se marcharon en un furgón hacia las tropas enemigas. Marta se miró las manos. Llevaba una escopeta. Nunca había cogido uno y no tenía ni idea de cómo se usaba. Miró a su alrededor y se percató de que el resto delos allí presentes estaban en la misma situación. Pasaron las horas y Marta se quedó dormida al igual que sus compañeros. Necesitaba estar descansada y con energías para lo que le esperaba.

El furgón paró de repente, de una forma muy brusca. Todos los jóvenes se despertaron confusos y asustados. De pronto se oyeron dos tiros. Dos sonidos secos. No se escuchó ningún grito. Ni una sola palabra. Marta recorrió con la mirada el interior de la furgoneta. Uno de los chicos estaba lloran doy tiritando. Tenía mucho miedo. Unos pasos en el exterior indicaban que alguien se acercaba. Ese joven asustado llegó a tal nivel de desesperación que se disparó en la cabeza al mismo tiempo que un individuo desconocido abría la puerta del furgón.

Este se sobresaltó tanto como el resto que se encontraba dentro. Tras acostumbrarse los ojos de Marta a la luz exterior, puedo apreciar que se trataba de un hombre de unos 26 años que pertenecía a las tropas nacionales. El soldado ordenó a todos con un tono de voz potente que saliesen del vehículo y que se dirigiesen al paredón que había a pocos metros de allí.

Los colocaron en tandas de cinco para fusilarlos. La joven vio con horror cómo iban cayendo sus compañeros de viaje. Vio como caían al suelo, cómo las balas perforaban sus cuerpos, cómo la sangre salía disparada.

Se acabó. Este es el fin, pensó Marta. Ya estaba colocada junto con sus compañeros delante de aquella pared que ya tenía restos de sangre de otros como ella. Cuatro soldados se colocaron en posición para disparar. Estaban apunto de apretar el gatillo cuando otro hombre se dirigió corriendo hacia ellos para cancelar la orden. Era el mismo joven que abrió el furgón.

El mismo que la condenó a morir ahora le daba una segunda oportunidad de alargar su vida. Uno de los coroneles mandó llevarla a ella y al resto, que aún seguían vivos, a un campo de trabajo en Sondica. Su cometido ahora era construir un aeropuerto.

Pasaron los días y las semanas y Marta ya no sabía si era lunes, viernes o domingo. En el campo de trabajo todos los días eran iguales. Su rutina cada día era más agotadora.Mientras ella trabajaba, el joven soldado supervisaba su labor. Con el tiempo comenzaron las miradas furtivas, las sonrisas nerviosas y ese pequeño cosquilleo en el estómago cuando se cruzaban entre los barracones.

Él joven soldado empezó a tener pequeños detalles con Marta como guardarle un poco de su comida para que tuviese las suficientes fuerzas para seguir con su trabajo o darle un descanso en las horas de más calor. La chica se percató delos actos del soldado y decidió darle las gracias. Un día, como otro cualquiera en su dura rutina, se acercó a él, le miró a los ojos y le dijo:

Marta. Mi nombre es Marta. Gracias por todo lo que has hecho por mi.

Enseguida tuvo que irse a seguir con su labor. Y a él no le dio tiempo a responder de lo sorprendido que estaba. Nunca la había oído hablar. Esa voz lo acabó de conquistar. Ese fue el momento preciso en el que supo que tenía que salvarla y escapar con ella. No importaba si tenía que dejarlo todo y manchar su reputación. No importaba si corría peligro por estar con esa muchacha. Ni siquiera la muerte le impediría estar con ella.

Podría escribir que la historia acabó bien. Que los dos consiguieron huir a Francia, que formaron una familia y tener una vida larga. Pero no. Eso no es lo que pasa en esta historia. En tiempos de guerra hay más historias de dolor y de muerte que de felicidad.

Marta y su joven soldado no duraron más de dos días como fugitivos. A pocos kilómetros de la frontera con Francia las autoridades les dieron caza y les fusilaron en una casa abandonada. Ni siquiera se molestaron en enterrar o esconder sus cuerpos. Los dejaron en el bosque de al lado para que los animales se los comiesen.

Este relato que es de antaño se da día tras día en la actualidad. Puede que no en nuestro país, pero sí en otras partes del mundo. Millones de personas tienen no tienen su esperado final feliz. Millones de personas no llegan a su meta.

Así es la situación. La vida humana no vale nada. No hay clemencia. No hay compasión.

El rincón de los gatos negrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora