HEARTBEAT #1; yoonmin

19 - II

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Yoongi detuvo el auto cuando el semáforo cambió a rojo.

Se quedó pensativo por un momento, observando a la nada y tamborileando los dedos al ritmo de la canción que se escuchaba en la radio.

"Disfruta la cena."

—Mierda —maldijo, golpeando el volante y echando la cabeza hacia atrás—. ¿por qué eres tan imbécil, Yoongi? ¿tanto te costaba decir que todo estaba bien, que sólo querías estar solo?

La respuesta era más que sabida: Le costaba como la mierda. Parte de su orgullo se lo impedía y eso que a él no le afectaban mucho estas cosas, porque su personalidad era más del tipo directo, honesta y de aquellos que decían las cosas sin muchos enredos ni embelesando las verdades.

Lo único, pero lo único que tenía pensado hacer cuando viera a Jimin —o se dignara a verlo, porque Yoongi igual admite ser un poco idiota por evitarlo— era darle unas disculpas por haber deseado su muerte, porque ahora que le conoce, piensa que el menor es de esos que merecían vivir hasta los 100 años.

Nunca antes se había sentido tan horrible consigo mismo, de seguro el karma quiso golpearle fuerte y bajo por haber deseado tantas cosas malas juntas hacia una persona que no se lo merecía.

Pero Yoongi de todas formas sabe que es humano, y por lo mismo tenía el derecho a cometer errores y actuar en base a sus sentimientos, porque al fin y al cabo así es como siempre ha funcionado la gente. En situaciones donde se desafían y provocan tus sentimientos, nadie pensaba con la cabeza; todos lo hacían guiados por sus instintos.

Hasta él actuó en base a sus instintos. Hace cuatro meses, las ganas de dejar que Haeyeon tuviera un descanso en paz era una decisión tajante, sin derecho a cambios, porque le aborrecía y le era de muy mal gusto que la ambición de la medicina sea lo suficientemente alta como para seguir quitando cosas a la gente incluso ya estando muerta. Lo sentía como una violación, a pesar de que eso ayudaría a otra persona, sentía que no estaba bien.

Pero que sea Jimin la persona que ocupe su corazón, era una historia diferente.

No podía odiarle, no podía desearle la muerte.

—Maldición, nunca le desearía la muerte a Jimin, joder... —El solo hecho de pensarlo lo volvía extraño, nervioso e inquieto.

Apretó el volante y continuó manejando a su departamento cuando el tráfico comenzó a borrarse, aunque no es como si le molestara demasiado, de la casa de Hoseok hasta su apartamento eran apenas cinco minutos.

No pudo evitar preguntarse si Jimin lo estaría haciendo bien, se veía nervioso y muy tierno con las mejillas rojas.

Quería pellizcárselas y revolver su pelo, molestarle para que se le quitaran los nervios porque creía fuertemente que ahora mismo la familia Jung estaría toda derretida con la dulzura que Jimin parecía expeler por sus poros.

Y diablos, incluso ahora luchaba con la urgencia de querer virar en "u" y conducir de vuelta a la casa de Hoseok, sólo para ver la escena de un Jimin nervioso mordiéndose los labios y siendo tan rojo como un pequeño tomatito cherry.