Sonrío después de releer el último párrafo varias veces, estoy orgullosa por la maratón lectora que acabo de concluir. Cierro el libro con pereza y me invade esa inexplicable sensación que produce el llegar al final de una buena saga. En medio de un bostezo, me giro para ver la hora y noto que un rayo de sol asoma a través de la ventana: ya amaneció...
¿¡YA AMANECIÓ!? ¡No puede ser!
Froto mis ojos con ambas manos, incrédula. Maldición, ¡lo hice otra vez!
Solo a mí se me ocurre quedarme levantada toda la noche para terminar de leer un libro. ¿Por qué creí que era una buena idea hacer algo así en medio de la semana, en lugar de esperar hasta el viernes? Porque soy idiota y muy curiosa, claro.
Sucede que, cuando un libro me atrapa, pierdo el control sobre mi cuerpo. No es que no quiera detenerme y dormir un rato como sé que debería hacer, es que no puedo. Es imposible. Pareciera que las historias tomaran control de mi cerebro y de mi cuerpo. No puedo soltar los libros que empiezo hasta llegar al final. Sospecho que debe ser alguna clase de maldición que me arrojaron cuando era un bebé.
¿No? ¿No es eso? Bueno, no importa. El asunto es que pasé la noche completa sentada en mi cama leyendo Las crónicas de Narnia. Comencé ayer por la tarde y terminé hace dos minutos, cuando acabé la saga entera. Sí, dije la saga entera. Obvio que no era mi plan original, yo solo quería ver de qué trataba el primero... y me enganché demasiado.
Me pasa más a menudo de lo que quisiera admitir. No solo con libros en físico, sino también con novelas de autores que publican online.
Las ojeras cubren casi la mitad de mi rostro, y no, no exagero. Podría culpar al cansancio que le sigue a una noche en vela, pero también debo reconocer que las tengo tatuadas en el rostro gracias a la herencia genética de mi madre. Por cierto, sí, eso fue un sarcasmo. Odio mis ojeras, ¿no podría haber heredado algo mejor?
Sé que mi aspecto sería un poco mejor si apagara las luces a medianoche, como se supone que debo hacer, pero juro y recontra juro que me resulta imposible abandonar una historia cuando ya he pasado de la presentación del conflicto. No importa si es un día de semana o un sábado veraniego: toda fecha es buena para sumergirse en una nueva aventura —y para terminarla—. Mi obsesión lectora no tiene un calendario y tampoco se toma vacaciones. Si un libro interesante cae entre mis manos, lo leo casi de inmediato. Y mi sueño es escribir, en el futuro, algo que cause eso mismo en los demás.
Por lo que sé, a otras personas les ocurre lo mismo que a mí. Y tiene sentido. O sea, ¿cómo es posible que alguien cierre un libro y se vaya a dormir sin saber qué ocurrirá luego? Dejemos de lado los tecnicismos, todos sabemos que la acción física de cerrar el libro no es tan complicada, pero ¿¡cómo demonios pueden dormir!? Mi cerebro no me lo permitiría. Es tan absurdo como pausar Titanic apenas el barco comienza a hundirse y decir: "Seguiré viendo otro día". Una ridiculez.
En mi cabeza se mezclan emociones encontradas y teorías sobre un posible final alternativo. Es una lástima que el autor de Narnia lleve muerto varias décadas porque, sin importar lo que se me ocurra, la historia no va a cambiar ni tampoco saldrán continuaciones. El único consuelo que me queda es la posible existencia de fanfics que exploren lo que ha llegado a mi mente. Pero no suelo leer esa clase de historias, soy demasiado quisquillosa como para tolerar errores de ortografía o personajes que no se comportan como en la versión original. Sé que existen algunas historias online que son excelentes, es solo que me cuesta hallarlas.
Quizá pueda ver las películas, entonces. ¿Estarán bien adaptadas? No, seguro que no. Las adaptaciones de libros rara vez siguen la aventura original...
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El chico de la mala gramática (COMPLETA)
Teen Fiction★ Mila está obsesionada con los chicos perfectos que aparecen en sus libros. Julián está decidido a conquistarla, pero ella solo es capaz de ver sus defectos. ★ **** Una tarde, recibí una declaración de amor anónima que estaba colmada de errores, ¡e...