CAPÍTULO 7 - MARTES

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Después de lidiar con las pesadillas diurnas del lunes, la llegada del martes es siempre un cambio refrescante. Tengo mis clases preferidas y puedo regresar a mi hogar una hora más temprano que otros días. No sé si haya efemérides interesantes o positivas relacionadas con hoy, tampoco me importa. Es mi día preferido de la semana y ya.

Lo mejor es que comparto la totalidad de mis clases con Elena y que puedo volver con ella en el bus escolar.

Son nuestros días especiales para chicas. Intercambiamos chismes y recomendaciones, hacemos planes para el fin de semana y disfrutamos de conversaciones sin sentido. Ni siquiera los martes trece pueden arruinarnos el humor.

Aunque... la tormenta que cae sobre la ciudad en estos momentos apaga mis sonrisas.

Me desagrada salir cuando llueve. ¡No sé para qué demonios decidí bañarme anoche, si ahora estoy empapada de pies a cabeza! Pasé casi dos horas alisando mi cabello indomable, ahora se ha arruinado.

Los pocos metros que separan la escuela del bus se asemejan a las cataratas del Niágara. Creo que nunca en mi vida me ha caído tanta agua encima en apenas medio minuto. ¡Medio maldito minuto!

Me voy a enfermar. Lo sé.

Siempre que se me mojan los pies con la lluvia, me resfrío.

"Debe ver el lado positivo", me digo. Si eso ocurre, podré recostarme en mi habitación y leer mientras mis compañeros estudian.

—¡Mila! —llama Elena.

Me giro para buscarla y veo que su cabeza asoma desde la puerta del baño. Algo le ha ocurrido. Parece preocupada, así que me acerco con prisa para ayudarla; por algo soy su mejor amiga. ¡Mila al rescate!

—¿Estás bien? —pregunto.

—¿Tú qué crees? ¡Mírame! —se queja.

Me alejo algunos pasos y la observo de pies a cabeza. No puedo evitar reír ante su aspecto. De sus ojos, el delineador cae como si fuesen lágrimas negras; se le ha ensuciado el cuello de su vestido blanco. No podría haberse puesto algo negro, ¿no? Además, a causa de la lluvia, se le trasluce la ropa interior roja.

Entiendo su dilema, pero le pasa por no abrir la ventana antes de salir de su casa.

O sea, ¿a quién demonios se le ocurre cometer tantos errores juntos? Si piensas vestirte de blanco, no te coloques ropa interior oscura salvo que quieras que todos la vean. Y si cae agua del cielo —o temes que vas a llorar—, usa maquillaje que resista a los líquidos.

Sé que Eli no es la chica más inteligente del mundo, pero esto es el colmo. Y no es la primera vez que le ocurre.

Soy incapaz de detener mis carcajadas, no le tengo piedad. Sé que no es correcto reírse de la desgracia ajena, pero ella se lo merece. Estoy tentada a tomarle una fotografía para chantajearla luego. Me contendré por respeto a su privacidad.

—¡No te rías! ¡No es chistoso! —Se abraza a su propio cuerpo con vergüenza. Es raro verla tan alterada.

—Lo siento —me disculpo entre carcajadas—, pero sí, es chistoso. Muy chistoso, de hecho. Te ves fatal.

—Préstame tu tapado —ordena. No es una pregunta.

—Pero me voy a congelar —discuto de mala gana.

—Préstame tu tapado y dejaré de decir que me debes un favor por lo del otro día —insiste— Vamos, Mila, no seas mala. Si me ayudas, te regalaré un libro apenas pueda.

Lo pienso. Hace varias semanas que no he podido comprarme nada nuevo. Además, Elena es mi mejor amiga. Ella me ayudaría si yo estuviera en la misma situación, aunque yo jamás me pondría ropa interior oscura y algo blanco por encima.

El chico de la mala gramática (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora