CAPÍTULO 24 - VIERNES

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¡Mañana es mi cumpleaños! Mañana es mi maldito cumpleaños y estoy hecha una bola de nervios, como todos los años anteriores y todos los años que vendrán.

Ya sé que no podré pegar un ojo esta noche. También sé que a eso de las 11:55 pm voy a ponerme histérica, voy a revisar mi teléfono y mis redes sociales, voy a asomarme al pasillo a ver si mi familia me viene a saludar y, ¡mañana es mi cumpleaños!

No sé por qué, pero siempre me da un ataque de ansiedad cuando se aproxima la fecha. ¿Qué me pondré? ¿Qué recibiré? ¿Debería maquillarme? ¿Tendría que llevar una mochila para colocar obsequios? ¿Lloverá? ¿Y si mis amigos deciden cancelar? ¿Habrá pastel? ¿Podré ver bien sin lentes? ¿Y si algo terrible sucede hoy? ¡No puedo permitirlo!

Mis padres saben que estoy con los nervios en punta el día anterior a mi cumpleaños, así que no tienen inconvenientes con que falte a la escuela. Siempre recuerdan que, en la primaria, hubo una vez en la que me desmayé del susto en medio de un partido de vóley porque pensé que el balón iba a golpearme la nariz y no quería pasar mi cumpleaños en un hospital. Así que cuando lo vi aproximarse, tan solo me desmayé.

Soy un desastre. Mi calma y compostura usual desaparecen. No sé a dónde van.

El día de hoy será extenso, ¿cómo puedo ocuparlo? Ya almorcé, pero quedan más de diez horas para la medianoche.

—"Feliz, feliz no cumpleaños les doy, les doy, a todas las personas que no cumplen años hoy. Feliz feliz, no cumpleaños. Feliz, feliz no cumpleaños. Feliz feliz no cumpleaños, les doy" —tarareo una y otra vez porque no recuerdo el resto de la canción.

Hoy no puedo leer ni escribir, me es imposible concentrarme. Quiero dormir, sí, dormir hasta la medianoche sería genial, pero estoy tan nerviosa que no puedo hacerlo.

Ya sé, me probaré ropa a ver qué puedo vestir mañana.

Lo primero es buscar pantalones cómodos que me permitan moverme con libertad: los mismos que uso casi todos los días. Sí, esos. Ahora, ¿una camiseta? Capaz pueda ponerme la de Ravenclaw, que es mi preferida, pero ya la usé para Navidad y no quiero todas mis fotos siempre vestida igual. ¿La de Camp Half Blood? No, esa la uso para ir a la escuela a menudo.

Sigo buscando. Arrojo la mitad de mis cosas al suelo. Hay ropa que es muy formal, que no combina con mis zapatillas, que me queda chica, que me hace ver gorda, que yo qué sé qué más. Nada me gusta, pero no tengo tiempo de comprar prendas nuevas —ni dinero—.

Quiero algo con mangas cortas porque, aunque haga frío en la mañana, sé que las atracciones y el constante movimiento harán que me sofoque.

¡Me rindo! Si todo sale bien, mis padres me obsequiarán una de las cuatro playeras que les dije que quería. Siempre lo hacen. Ellos prefieren comprar ropa antes que libros, dicen que es más importante vestirse que leer. No entienden nada.

Y ahora, ¿qué hago? Supongo que podría ordenar mi habitación. Casi toda la ropa está arrugada en el piso... pero no me apetece ponerla en su sitio. No tengo tanta paciencia. Pateo las cosas dentro del armario y lo cierro lo mejor que puedo. Ya me ocuparé otro día.

Empiezo a caminar de un lado al otro de la habitación.

Mañana es mi cumpleaños.

Mañana es mi cumpleaños.

Necesito encontrar una forma de sobrevivir al resto del día.

Opto por tomar un baño de inmersión. Estoy sola en casa hasta la hora de la cena, nadie me molestará. Aprovecharé el rato de relajación para ver si alguno de mis amigos estará libre luego de clases. 

El chico de la mala gramática (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora