Por fortuna, ninguno de mis profesores ha notado que me pasé la mañana entera anotando cosas que nada tenían que ver con sus clases. Tampoco se molestaron ante mis constantes bostezos. Supongo yo que esto se debe a que otros estudiantes arriban en peor estado que yo los lunes. Nunca falta el que se queda completamente dormido con su cuaderno a modo de almohada o el que llega casi una hora tarde y se ha olvidado la tarea, el libro y hasta su propio nombre —esto es una exageración, claro—. Se ven chicas con el maquillaje del fin de semana corrido y algún que otro afónico.
Estornudo.
Cuando el invierno comienza a acercarse, siento que me enfermo ante la primera ráfaga de aire frío que roza mi piel. Debería estar prohibido vivir en sitios en los que hace menos de veinticinco grados Celsius.
Camino con prisa hacia la biblioteca; el profesor de literatura nos dejó un rato libre para tomar exámenes a los alumnos que necesitan mejorar sus notas. Es como si el destino quisiese darme la oportunidad de concentrarme en mi listado de virtudes y defectos antes de cruzarme con cualquiera de mis amigos en los pasillos. ¡Es increíble! Algo bueno en lunes.
El sitio está desierto. Mi clase es la única que ha obtenido tiempo libre. El panorama sigue mejorando a cada minuto. Respiro con envidia el aroma a libros nuevos y viejos. ¡Sueño con poseer una biblioteca propia en el futuro! Tendría estantes de madera muy oscura que irían del piso al techo, todos tan llenos de ejemplares que ya no quedaría espacio. Habría volúmenes tan antiguos que serían ilegibles y también todas las novedades editoriales de literatura fantástica. En un costado, añadiría una chimenea como la de las mansiones antiguas para estar siempre calentita, un sillón mullido y alguna manta gruesa para cuando me quede dormida en medio de una lectura. Y una maquinita para hacer café con tazas descartables, así no las tengo que lavar. ¡Ah! Y un gato que se acurruque en mi regazo, pero que se comporte bien y no arruine los muebles o los libros con sus garras.
Soñar es gratis. Por el momento, debo conformarme con tener apenas una veintena de novelas apiladas en suelo del armario. Los manuales escolares no cuentan como parte de la colección.
Dejo escapar un suspiro al comprender lo ridículo de mi ideal.
Sacudo la cabeza y me aproximo a mi espacio preferido: una mesa para dos personas que está casi escondida detrás de las estanterías. No puede verse desde la puerta y, por ello, es la que ofrece mayor privacidad. La descubrí hace un par de meses por pura casualidad y ahora intento conseguirla cada vez que vengo a la biblioteca.
Con cautela, tomo mi cuaderno y algunos colores para comenzar con el plan. Puedo analizar las cosas mucho mejor cuando las veo frente a mis ojos. Funciono así, por lo gráfico.
Tengo poco más de una hora.
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El chico de la mala gramática (COMPLETA)
Teen Fiction★ Mila está obsesionada con los chicos perfectos que aparecen en sus libros. Julián está decidido a conquistarla, pero ella solo es capaz de ver sus defectos. ★ **** Una tarde, recibí una declaración de amor anónima que estaba colmada de errores, ¡e...