CAPÍTULO 15 - MIÉRCOLES

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El miércoles pasa volando, tan rápido que lo percibo como apenas un parpadeo. Hoy me siento como una forastera en mi propia vida. Si mi memoria no me falla, no he hablado con absolutamente nadie en todo el día, más allá de algún que otro saludo casual en los pasillos.

Elena ha estado ocupada con un ensayo de su grupo de teatro. Tristán, como no podía ser de otra forma, la acompañó en todo momento. No sé qué clases toma Gabriel, así que tampoco lo he visto. Creo que Julián aprendió a ignorarme en horario escolar, porque ni siquiera se molestó en escribirme algún mensaje. Por último, el chico de la mala gramática no me ha dejado nada en el casillero.

Me siento... ¿sola?, ¿abandonada? No, no es una emoción negativa, sino más bien insólita.

Soy incapaz de describir esta alienación que me ha perseguido durante el día de hoy. Es como si el tiempo se hubiese detenido a mi alrededor o como si mi mente estuviese alejada de la realidad, ausente. No logro percibir el paso de los minutos, de las horas. Sé lo que se ha explicado hoy en mis clases y también recuerdo lo que almorcé, pero, de todas formas, los sucesos escolares me resultan distantes, extraños; es como si fueran apenas memorias de una jornada pasada, enterrada entre otras fotografías de escenas que han tenido lugar varios años atrás.

Estoy delirando, lo sé. Hoy es un día más del montón, con la particularidad de que no coincidí en horarios y espacios con mis conocidos. Nada más. Y, sin embargo, no puedo sacudir la noción de que pareciera que estuviéramos en distintas dimensiones, como si yo fuese apenas un fantasma y nadie pudiera verme.

"Esa podría ser la trama de una buena novela", hago una nota mental pasajera y sacudo mi cabeza para volver a la realidad.

No entiendo por qué le presto tanta atención al asunto. Después de todo, realmente aprecio tener un poco de paz y privacidad en mi vida. No extraño el bullicio de los mediodías ni las conversaciones sobre asuntos personales que tanto me incomodan; supongo que, en el fondo, el problema radica en que me acostumbré a la compañía de los demás, al punto de que he comenzado a olvidar el disfrute que uno encuentra en su propia soledad.

Siempre me he considerado de la clase de personas que construyen barreras a su alrededor, no por miedo o inseguridad, sino más bien por comodidad. Me gusta que nadie me moleste, que no se me llene el teléfono de mensajes y que nunca encuentre más de cinco notificaciones en mis redes sociales. Amo el silencio y la lectura, no tolero que me interrumpan cuando tengo un libro entre mis manos o cuando intento escribir algo para subir a internet.

Debería agradecer por la paz de este miércoles, pero me incomoda. De alguna forma, no la tolero. Tener amigos con los que pasar el rato se ha vuelto cotidiano y agradable.

Ya estoy en el nivel tres —y medio— de League of Legends. Odio el juego. Odio a las personas que son sorteadas siempre en mi equipo y se la pasan arrojando maldiciones en el chat. Algunos se quejan porque dicen que el resto juega muy mal, otros se creen el centro del mundo y critican que nadie siga sus instrucciones. Y lo dicen todo con insultos. Son irritantes, ¿cómo alguien puede disfrutar de una comunidad tan tóxica? Juro que cuando llegue al nivel cinco, abandonaré esto. Seguiré usando el chat para comunicarme con el chico de la mala gramática hasta fin de mes, pero nada más. Apenas conozca su identidad, eliminaré la cuenta y desinstalaré el maldito juego. Lo detesto. Creo que preferiría ir a una práctica de fútbol con Julián. Incluso me animaría a sumarme a un partido de rugby con Tristán. Lo que sea antes que este maldito juego. Me pregunto si todas las comunidades online son así. Yo solo he estado en foros literarios y fanclubs de mis celebridades preferidas, y nunca me he topado con gente tan odiosa.

—¡AAGH! —apago la computadora a causa del malhumor y me tiro en la cama a leer hasta que sea hora de irme a dormir.

Es increíble que ya sea de noche. ¿Acaso viajé en el tiempo desde el desayuno y hasta la cena? No, imposible.

El chico de la mala gramática (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora