EPÍLOGO

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Aprovecho un breve momento de soledad para ir a la cubierta; el frío helado de la noche cala hasta mis huesos, pero necesito respirar aire fresco. Todavía faltan quince minutos para que comiencen los fuegos artificiales y la mayor parte del público parece querer disfrutar de la calefacción hasta el último instante. No los culpo, una parte de mí también desearía hacerlo.

Me acomodo cerca de la proa y observo la línea de la costa frente a mí; el festival también llegará a su fin a medianoche. Las luces de las casetas, las tiendas y los vehículos parecen un puñado de luciérnagas que brillan en la lejanía. A mis lados, el paisaje es tan oscuro que no puedo distinguir dónde termina el lago y dónde comienza la tierra. Es una noche casi sin luna.

Sonrío a la nada, a mi reflejo casi invisible en el agua.

Las últimas dos semanas han sido extrañas, sin realmente escapar a lo cotidiano al mismo tiempo. Para comenzar, intercambiamos obsequios de cumpleaños cuando abandonamos el parque de diversiones para ir a cenar.

Víctor cumplió con su promesa de no gastar dinero: me entregó una laptop usada que actualizó y arregló para mí. Su mejor amigo, Miguel, me dio una gift card para League of Legends. No puedo creer que ambos tengan tantas ganas de mantenerme en su equipo, a pesar de lo pésima que soy. Les he prometido practicar.

Gabriel me escribió un libro. Sí, lo hizo él solito. Las hojas tienen su prolija caligrafía y dibujos deformes ilustran la aventura. Todavía no me he tomado el tiempo de leerlo porque parece tan delicado que temo romperlo. Lo encuadernó a mano con ayuda de sus madre; se titula: El día que un extraterrestre rubio piso la tierra. Así, sin tilde. Es una comedia, o eso me dijo.

Eli y Tristán juntaron su dinero para comprarme un pendiente basado en el logo de una saga que me encanta. Es un artículo de joyería de verdad que podré usar sin quitarme nunca. Lo tengo puesto ahora mismo.

Totto y su novia, que cancelaron a último momento y no pudieron acompañarnos al parque de diversiones, se sumaron al festejo de la noche. Su obsequio fue pagar por la comida de todos y tomar un montón de fotografías.

La cena del sábado estuvo colmada de sonrisas y de diversión. El domingo fue para descansar. Ya para el lunes, la rutina cayó sobre nuestros hombros otra vez.

A simple vista, todo parece haber vuelto a la normalidad, pero creo yo que, en el interior, nosotros ya no somos los mismos. En pocas semanas, dejamos de ser un montón de adolescentes que asisten a la misma escuela para convertirnos en un grupo unido y heterogéneo, lleno de diferencias y de complementos. No tenemos casi nada en común, salvo por el deseo de compartir momentos juntos.

Nos hemos propuesto realizar alguna actividad grupal cada fin de semana, el plan es tomar turnos para decidirlas. El sábado pasado, por ejemplo, Gabriel dijo que teníamos que ir de compras para conseguir ropa de la siguiente temporada y, aunque a varios de nosotros no nos interesa la moda y no tenemos mucho dinero, nadie faltó. Incluso yo terminé por comprarme una blusa nueva. Fue diferente, una actividad que normalmente no realizaría, y eso es lo que la hizo especial. Mañana (domingo) será el turno de Elena, nos encontraremos en la pista de patinaje sobre hielo. ¡No puedo esperar! Esta vez, llevaré mi abrigo.

Hace poco recibí mis lentes nuevos. Eso es algo que agradezco muchísimo porque la vida con visión reducida me ha llenado de impedimentos: no podía ver los números de los buses ni tampoco leer lo que escribían los profesores en la escuela. Casi toda actividad recreativa pasiva me fue imposible: League of Legends, lectura, escritura e incluso las redes sociales. Descubrí el incómodo vacío de no poder hacer nada de lo que quería. Los primeros días no fueron un problema, pero a medida que pasaban las tardes mis ojos comenzaron a cansarse tanto que necesitaba cerrarlos constantemente. Me pregunté más de una vez si Víctor se siente igual con sus piernas, limitado. Ahora que he recuperado la posibilidad de ver bien, comprendo que no puedo permitir que los lentes vuelvan a romperse de esa forma. Los necesito. Haré dos pares extra apenas pueda.

El chico de la mala gramática (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora