Nota: este es el último capítulo (y hay un epílogo).
Julián se ha negado a atender mis llamadas. Me escabullí de mi hogar mientras todos dormían para ir a ver qué demonios desea, pero su repentina idea me ha puesto de malhumor. ¿Y si alguien intenta robarme, secuestrarme o violarme? O sea, es sábado por la madrugada, las pocas personas que todavía andan por las calles están ebrias, salvo escasas excepciones.
Desde el frente de mi hogar puedo verlo. Tiene la espalda apoyada contra un poste de luz y los brazos cruzados sobre el pecho. Su mirada está perdida en algún punto del firmamento, supongo que estará pensando en algo.
Camino con mucha prisa hacia él. Me siento insegura y la escasa iluminación en mi barrio acrecienta el miedo.
Cuando me ve llegar, sonríe. No lleva consigo ningún paquete así que supongo que no ha venido a darme un obsequio.
—¡Feliz cumpleaños, Mi! —comenta efusivo, pero sin alzar el tono de su voz—. Me alegra que hayas venido y, ¡wow! Si hasta te has arreglado para verme.
—¿Eh? —pregunto, confundida—. Solo me estaba probando el vestido nuevo que me obsequió mi hermano. Ni por casualidad me habría tomado el tiempo de elegir un buen atuendo solo para ver qué demonios quieres a esta hora. Es más —añado apurada—, si hubiera estado en pijama, seguro habría caminado descalza y todo por pura vagancia.
Julián se limita a sonreír. Sus ojos me dicen que quiere darme un abrazo pero que no se anima, le he visto poner esta misma expresión en otras situaciones; no sabría muy bien cómo describir la imagen, supongo que lo que recorre su rostro es una combinación entre tristeza y alegría al mismo tiempo.
—¿Para qué me llamaste? —consulto, ansiosa. Quiero regresar pronto a mi hogar.
—Elena me dijo que no sueles dormir antes de tu cumpleaños, así que se me ocurrió ofrecerte pasar la noche conmigo —suelta sin pensar. Enseguida, se corrige—. ¡No lo digo de forma sexual, no te asustes! Hablo de caminar un rato, quizás ir a tomar un helado a la estación de servicio que queda por aquí cerca o no sé, podemos sentarnos en el parque a conversar un rato. Lo que tú quieras.
Alzo una ceja ante sus palabras. No hay absolutamente ninguna tienda abierta tan tarde en mi barrio. Sé que en el centro hay algunos sitios que no cierran nunca, pero suelen ser para mayores de edad o para casos de emergencias (farmacias, hospitales y esas cosas).
—¿O sea que viniste tan solo a ayudarme a no morir de aburrimiento a causa del insomnio? —repito para asegurarme de haber entendido bien.
—Exacto, ¿qué quieres hacer?
—Sentarme en mi cama y leer un libro —respondo de mala gana—. Sabes que no me agrada demasiado esto de salir por las noches. Además, si mis padres se enteran, me van a matar.
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El chico de la mala gramática (COMPLETA)
Novela Juvenil★ Mila está obsesionada con los chicos perfectos que aparecen en sus libros. Julián está decidido a conquistarla, pero ella solo es capaz de ver sus defectos. ★ **** Una tarde, recibí una declaración de amor anónima que estaba colmada de errores, ¡e...