CAPÍTULO 12 - DOMINGO

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Soy esclava de mis ojeras. No pude pegar un ojo en toda la noche y ahora el insomnio se refleja en cada centímetro de mi rostro. Siento que el desequilibrio emocional me golpea y me sacude. Creo entender un poco mejor a las protagonistas de libros y sus altibajos sentimentales. Lo detesto, aunque no hay nada que pueda hacer al respecto.

Al menos, luego de incontables reflexiones sin sentido, dos cosas tengo en claro.

Primero: no me gusta Julián. Todavía no termino de confiar en él. Y, si bien me divierto mucho cuando está cerca, me es imposible verlo como más que un buen amigo. Agradezco todo lo que hace por mí; en especial me alegra mucho que me haya traído a mi casa en taxi anoche y que se haya disculpado con Elena por el cambio de planes. Sin embargo, sus actos de bondad, caballerismo y generosidad no son capaces de modificar mi forma de ver la situación. Quizá sea tan solo cuestión de tiempo —como dice siempre mi hermano—, o tal vez Julián necesita dejar de esforzarse y ser un poco más natural, más humano. Los mejores momentos a su lado son aquellos en los que no se esfuerza por impresionarme. No se lo diré, claro. Solo me mantendré al margen por ahora. Sé que no puedo aceptar el cariño que me ofrece, pero cada vez que pienso en rechazarlo por completo y pedirle que se rinda, las palabras se quedan atragantadas en mi garganta porque tampoco quisiera dejar de conversar con él. Es una maldita contradicción que no puedo explicarme. Y, de nuevo, todo se resume a lo único que puedo afirmar: no me gusta Julián. Al menos, no me gusta la versión de Julián que él se esfuerza por mostrarme.

Segundo: necesito saber quién es el chico de la mala gramática. Sus cartas son cada vez más extrañas y preocupantes. Anoche quería hablar con Elena al respecto, pero no tuve la oportunidad. La llamaré en un rato para comentarle la situación. En el último texto misterioso me ha propuesto algo diferente, pero no sé si sea una buena idea aceptar la posibilidad. Y lo peor del caso, es que tengo que decidirlo en las próximas horas.

¿Cómo es posible que mi vida se haya complicado tanto en apenas dos semanas? Hasta hace poco yo era Mila Cano, una chica despreocupada a la que solo le importaba aprobar exámenes y leer. Ahora soy un estropajo que apenas duerme y que se pone nerviosa por todo.

Esto se tiene que revertir. Julián y el chico misterioso me tomaron desprevenida, con las defensas bajas. Atacaron y me derribaron. Tengo que levantarme y contratacar. Tengo que reconstruir los muros que ellos destruyeron y pensar en una buena estrategia.

Salgo de la ducha y me detengo frente al espejo del baño. Observo mi rostro y suspiro. Mis preocupaciones me mantuvieron despierta hasta la madrugada, y luego me puse a leer en vez de irme a dormir.

Me coloco un viejo pijama y regreso a mi habitación. Hoy me acostaré temprano.

Almuerzo sobras de la noche anterior y luego decido llamar a Elena. Es el mejor momento para hacerlo porque mis padres se han ido a la iglesia y Alan tiene un torneo de no sé qué cosa que durará toda la tarde.

—¿Eli? —pregunto cuando ella atiende el teléfono. Siempre me aseguro de que sea ella la persona del otro lado porque ya he tenido malas experiencias con Tristán, que tiene la mala costumbre de responder mensajes y llamados como si fuese el dueño del aparato.

—¡Mila! ¡Al fin! Estaba esperando tu llamado. ¿Qué pasó anoche? ¿Julián intentó besarte o algo? ¿Qué tal estuvo su rato a solas? Como tardaban tanto, pensé que se habían ido a tener una cita más privada o algo. La verdad es que él no nos dijo nada, solo me llamó para avisar que no regresarían. Me preocupé y casi que me alegré por ustedes, pero no quise molestarlos y...

—Cálmate —le pido. No sé si reírme o avergonzarme—. No ocurrió nada. Tuvimos una discusión, él se disculpó y luego pagó el taxi hasta mi casa. Pero no quiero hablar de eso ahora. Tengo otro asunto para discutir contigo —anuncio—. ¿Tienes unos minutos?

El chico de la mala gramática (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora