diecisiete

77 11 1
                                    

Ya había pasado tres semanas que no lo sentía conmigo. Tres semanas que no comía casi, no salía de mi casa y no dormía, gracias a las pesadillas que me despertaban en medio de la noche. Todas terminaban en lo mismo, un baño de sangre y yo perdiendo a mi bebé. Las lágrimas ya eran parte de mi rutina diaria al igual que los cigarros, los antidepresivos y las pastillas para poder conciliar el sueño.

Mi estudio pasó a ser historia, después de destruirlo en un ataque de ira al ver los bocetos y mi negocio lo comenzó a atender Savannah, quien luego de cada jornada venía a mi casa con una carpeta de facturas sobre las ventas del día, las cuales ni siquiera me detenía a revisar.

Con Edward, las cosas iban normal. No le importaba lo que yo sentía y cada vez que miraba el lado de su cama cada mañana, ya estaba vacío. Parecía evitarme para no tener que sacar el tema a flote, lo que agradecía de alguna forma porque tampoco tenía ganas de hablar. Aunque con Harry, no puedo decir lo mismo, siempre sacaba tiempo de su agenda para venir a verme o llamarme para preguntar como me encontraba y yo siempre le respondía con lo mismo «estaré mejor

Mis padres decidieron quedarse en el hotel de Harry, gracias a que él incluso les ofreció una habitación con todo incluido. Pero sólo estuvieron allí una semana, ya que mi padre tuvo que regresar a arreglar unas cosas en Londres. Sin embargo, mi madre decidió quedarse y tomar una habitación en mi casa para "hacerme compañía", eso fue lo que dijo pero en realidad quería estar aquí para asegurarse de que estuviese comiendo correctamente, del mismo modo que Claire, con quien entabló una buena relación.

Mi vida se había resumido a nada, ya no ni la sombra de lo que era antes. Pasé de ser una diseñadora de modas a un saco de huesos andante y la sonrisa que antes iluminaba mi rostro, se convirtió en una miserable y fina linea, acompañada de unas enormes ojeras.

Le di la última calada a mi cigarro y lo aplasté contra el cenicero que mandé a comprar con Savannah, mientras veía el agua templada de la piscina.

"Espero no estés pensando en suicidarte, porque sino yo misma te mato." Su voz sonó a mis espaldas. En otros casos sonreiría e incluso hasta reiría, pero esta vez sólo me limité a tomar otro cigarro y fumarlo. "Me arrepiento de haberte comprado esa porquería."

La butaca se hundió, ya que ella se sentó a un lado mío, mirándome como si fuese algún conejillo de indios con el que estuviesen experimentando.

"Esta porquería me relaja."

"¿Al menos comiste algo?" Preguntó e hice un gran esfuerzo por no rodar los ojos. Sabía que se preocupaba, pero no lo necesitaba.

Negué con la cabeza. "No tenía hambre."

"No has comido ni la mitad de lo comías en tres semanas, ¿te has visto al espejo, Vee?" Le iba a volver a dar una calada a mi cigarro cuando este fue arrebatado de mi mano y tirado a la piscina. Fruncí el ceño y la miré. "¡Te estás muriendo y a ti ni siquiera te importa!"

Me quedé callada unos minutos hasta que decidí levantarme e ir a la cocina donde Claire y sorpresivamente, Harry, estaban en la cocina. Apenas entré ellos se callaron, no me quedaba duda que hablaban de mi por lo que fui directamente hacia el refrigerador para sacar un agua.

"¿Cómo te sientes?" Me preguntó Claire.

"Ya me tienen harta con esa maldita pregunta. Estoy mal, devastada porque mi hijo murió, ¿eso es lo que quieren oír?" Todos abrieron sus ojos, excepto Savannah, quien ya tenía unos segundos de haberse sentado al lado de Harry.

flaws | h.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora