Capítulo 2: Una falsa felicidad.

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Nathan

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Nathan.

Aún no entiendo qué sucede.

No sé por qué Elliot está tan distante.

¿Y si ya no le intereso? Quizás en estos años me superó y se olvidó de mí. En el fondo siempre había tenido ese miedo, ¿qué haría cuando Elliot se canse de mí?

O quizás le estoy dando demasiadas vueltas al asunto y solo le cuesta acostumbrarse nuevamente a mi presencia. Odio este nuevo Elliot.

Tal vez no quiere contarme que estuvo con alguien más por miedo a que lo deje, cuando ni aunque quisiera podría.

Quedamos en salir a una cita, donde espero que hablemos realmente. Llevo treinta minutos esperando en la puerta del departamento, dentro del auto, esperando que Elliot salga. Después de todo sigue tardando horas en prepararse, una sonrisa se forma inconsciente en mi rostro, solo por la nostalgia de los buenos tiempos.

Quince minutos más tarde veo a alguien salir del departamento. Su cabello azul lo delata, aunque ahora es más claro, casi celeste por el desgaste. Elliot sonríe y abre la puerta del auto.

—Hola... —Dice un poco tímido, lo que me sorprende, hace mucho no lo veía siendo tímido.

Sin contestarle, me acerco y con mi mano en su mejilla lo beso. Él se tensa por la sorpresa pero no se aparta, aunque tampoco me corresponde.

Abro los ojos y lo veo observarme. Sus ojos verdes brillan cuando lo miro. Sonríe, pero lo noto forzado.
Con una última caricia en su rostro, me alejo y empiezo a conducir.

No hablamos. Me desespero, no sé cómo hablar con él; es como si hubiésemos vuelto al tiempo en el que nos llevábamos mal. Cuando creía que era un enano salvaje.

—Estás sonriendo. —Su voz me trae de vuelta del pasado.

Lo miro de reojo, mi sonrisa se ensancha aun más.

—Estoy pensando en ti.

El semáforo en rojo me da la oportunidad de mirarlo, sonrojado y con la mirada hacia abajo.

—¿Volverás al azul? —No sé por qué le hago esa pregunta, simplemente quiero escuchar su voz, que me hable; convencerme de que nada ha cambiado.

Levanta una ceja y me mira divertido.

—Sí, seguramente. ¿Te gustaría?

Le sonrío.

Escucho bocinazos del auto de atrás. Luz verde.

El resto del camino es silencioso.

La fila del cine es corta por lo que entramos en seguida. Lo tomo de la mano y lo acaricio con mi pulgar, parece estar nervioso o inquieto. No sé, no entiendo nada de este Elliot.

Elegimos asientos al final de todo, no hay muchas personas en la sala, lo que agradezco; nadie nos interrumpirá para pedirme una foto.

La película comienza luego de incontables anuncios.
Estoy por quedarme dormido, lo único en lo que puedo pensar es en Elliot y cómo hacer para estar bien con él de nuevo.

Volteo a verlo, está comiendo palomitas muy concentrado.
Lo admiro en silencio; en todo este tiempo no ha dejado de ser lindo, demasiado lindo. Una sonrisa se forma en su rostro de repente, voltea a corresponder mis ojos y el que sonríe ahora soy yo.

Me acerco a él con la intención de besarlo y Elliot retrocede, cuando se da cuenta de que ha esquivado mi beso me mira sorprendido por sus acciones.

Antes de que pueda preguntarle qué sucede, me besa él. Y la película dejó de tener importancia.
Su mano pasa por mi cabello, sigue por mi cuello y termina descendiendo por mi abdomen. Sus besos no tardan en seguir
la misma ruta de sus dedos.

En otra situación lo hubiese fenado, ¡estamos en un cine! Cualquiera puede vernos, pero dejo de pensar en eso cuando sus manos se adentran en mi ropa interior.

—¿Qué haces? —Le susurro mirando hacia todos lados, esperando que nadie mire hacia aquí, pero todos están concentrados en la película.

En lugar de responderme, Elliot desabotona mi jean. Lo tomo de su cabello rogando porque nadie nos escuche. 

Mi boca se seca y mi respiración aumenta su frecuencia. Su lengua va más rápido desde arriba hacia abajo, metiéndolo todo en su boca. Muerdo mi labio inferior con fuerza. Rezo porque no nos haya seguido algún paparazzi.

No pasa mucho hasta que escuchamos la música final de los créditos y los aplausos de la gente. Antes de que prendan las luces nos volvemos a acomodar. Nada ha pasado aquí. Aunque nuestros sonrojos probablemente nos delaten.

Compartimos miradas acaloradas y sonreímos.

Ni bien cierra la puerta de su departamento lo tomo de la cintura y lo pego junto a mí

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Ni bien cierra la puerta de su departamento lo tomo de la cintura y lo pego junto a mí.

Nuestros movimientos son rápidos y casi inconscientes, desesperados, necesitados. En menos de cinco minutos ninguno de los dos lleva ya nada puesto.

En el único momento que nos separamos es cuando lo empujo hacia el sillón, pero no tardo en colocarme encima suyo.

¿Cómo es posible que no sepa nada de lo que ha hecho mientras no estuve y aun así estar haciendo esto? Es como si tuviéramos sexo para convencernos a nosotros mismos de que nada ha cambiado, cuando claramente ya nada es lo mismo.

Lo miro a los ojos en todo momento, noto que le cuesta corresponderme. No dejo de preguntarme qué sucede con él, ¿volveremos a ser lo mismo de antes? No, aun más importante: ¿nos queremos como antes?

—Te amo, Elliot... —Digo contra su cuello mientras que no dejo de moverme dentro de él, de forma lenta sin ninguna prisa. Lo digo de verdad.

—Más rápido... —Responde él, con la voz agitada, los ojos cerrados con fuerza y los dedos enterrados en mi piel. Estaba por preguntarle si él también me amaba, pero por alguna razón no quería presionarlo.

No pido mucho de él, ¿verdad? Sus suspiros y sonrisas, sus dedos acariciando mi espalda, miradas dedicadas a mí; simplemente lo quiero para mí, no pienso compartirlo con nadie más.

Todo termina en unos jadeos que poco a poco se van apagando, con sus ojos a la altura de los míos, nuestros cuerpos pegados, mis pensamientos confusos y sus ojos inescrutables.

De a poco voy quedándome dormido, antes de que mis ojos se cierren completamente, siento como Elliot se mueve y se levanta del sillón

Lo tomo de la mano antes de que se vaya.

—Quiero que te quedes. —Le susurro.

Sin embargo Elliot se levanta, murmura un a penas entendible "ya vuelvo" y se va; se aleja de mí, se escapa de mis manos.

Me quedo dormido antes de saber si realmente ha vuelto o no.

White. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora